PUERTAS AL CAMPO
Ni
yo lo digo ni lo pienso. Allá se lo hayan, con su pan se lo coman: si fueron
amancebados o no, a Dios habrán dado cuenta. De mis viñas vengo, no sé nada, no
soy amigo de saber vidas ajenas, que el que compra y miente en su bolsa lo
siente. Cuanto más, que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano. Mas
que lo fuesen, ¿qué me va a mí? Y muchos piensan que hay tocinos y no hay
estacas. Mas ¿quién puede poner puertas al campo?
Son palabras que dirige
Sancho a don Quijote en una disputa a favor y en contra de las actividades de
la reina Madasima.
Se desató la tormenta,
comenzó a llover y nadie sabía cómo protegerse de la lluvia. Quiero decir que a
Sancho se le soltó la lengua y empezó a ensartar refranes, que no hay más que
decir. Es el capítulo XXV de la primera parte. Cervantes no debió descubrir el
filón que por ahí se le abría pues no lo desarrolló hasta la segunda parte de
la inmortal obra. Eso sí, cuando decidió que aquello era una mina, la explotó
hasta casi dejarla vacía de minerales. La mayor parte la colgó de la boca de
Sancho, pero no solo.
Los refranes, ya se sabe,
recogen de manera sucinta y sustancial la sabiduría popular. Como la sabiduría
popular es muy variada, tenemos refranes y contrarrefranes para casi todo. Pero
la sabiduría popular es el recuelo de la experiencia colectiva, de los
acontecimientos del día a día, de mes a mes y de año a año. Por ello, no
adquieren condición de tales hasta que no consiguen pátina y solera. Cuando lo
hacen, ya son patrimonio de todos porque su creación y su uso es de la
comunidad. Son como los conceptos básicos en los que se asienta la filosofía de
andar por casa, la que tiene más de experiencia y de inducción que de teorías y
deducciones. Más bien que mal, todos han tirado de ese almacén para justificar
sus actos y su convivencia.
¿Cuál es la vigencia del
refranero en nuestros días? No creo que tenga la misma importancia ni que su
uso sea tan frecuente como en otras épocas. ¿Se podrían buscar razones que lo
justifiquen? Allá cada uno con su curiosidad. Si nos pusiéramos a buscarlas,
¿no aparecería enseguida la escala de valores que nos empuja a no descansar y a
vivir a una velocidad en la que el reposo y la contemplación son bienes escasos
y casi imposibles? ¿No es la moda continua y el relevo inmediato lo que nos
contiene y nos nubla el pensamiento? Y si analizáramos el uso y el conocimiento
de refranes por edades, ¿qué resultados obtendríamos con las generaciones más
jóvenes? Si fueran más negativos todavía, ¿a qué futuro apuntarán?
El Quijote es silo y
almacén en el que cabe todo. Y puede ser punto de partida para cualquier
reflexión. Porque no da puntada sin hilo y contiene hasta lo más insospechado.
No hay más que tirar del hilo para que salga la madeja. Porque paréceme, Sancho, que no hay refrán que no
sea verdadero, porque todas son sentencias sacadas de la mesma experiencia,
madre de las ciencias todas. Y a Dios rogando y con el mazo dando. Y a buen
entendedor pocas palabras.
En fin, que no hay más que decir.
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