martes, 4 de febrero de 2020

FRAUDES



FRAUDES
Posmodernidad, posverdad, fake news, publicidad encubierta, sensacionalismo, pasarelas… Fraudes.
Vivimos una época de fraudes, de sensaciones que se imponen a los razonamientos, de fogonazos que nos impiden calentarnos al amparo de la hoguera, de carreras que nos niegan el reposo en un recodo para contemplar el paso del tiempo y lo hermoso del horizonte o de la tarde.
Este fenómeno se ha extendido y vive un momento de esplendor. Son los medios, es el tipo de vida, es la escala de valores que vamos conformando y que nos va conduciendo a su antojo. Y esa extensión encuentra agujeros por todas partes; es como si la realidad fuera una esponja llena de poros por los que se cuela cualquier líquido, sin comprobar si es veneno o sirve para saciar la sed.
Hoy me entero de que, en Vitoria, un grupo de arqueólogos se sienta en el banquillo acusados de fraude, por intentar hacer creer que unas falsas excavaciones servían de base para llevar el origen del euskera algunos siglos para atrás en el tiempo. En honor a la verdad, hay que decir que parece que ha sido la misma administración vasca la que ha tomado cartas en el asunto y se ha personado como acusadora. Pero échenle ustedes guindas al pavo y calculen el mal que esto ha producido en al menos diez o quince años que lleva el asunto en el candelero. Lo susodichos, hasta que han sido pillados, han recibido suculentas subvenciones públicas (varios millones de euros) y el aplauso general del mundo nacionalista del lugar; sus falsas aportaciones han servido de punto de apoyo para levantar el peso del nacionalismo, del supremacismo y hasta del fanatismo.
El asunto del origen del euskera es complejo y viene de muy atrás. Hay teorías muy diversas y me parece que ninguna convincente del todo. Hace muy poco tiempo he leído una de Jesús García Castrillo, amigo malagueño. Una más. Atractiva, pero una más.
El buscar orígenes de la lengua materna, que sirve de instrumento de comunicación diaria, no solo no es malo, sino que resulta casi inevitable y necesario. Hágase, por tanto. Pero hágase con criterios racionales, sin fanatismos ni sobresaltos mesiánicos, y sin prejuicios ni supremacismos de ningún tipo. Luego caemos en el peligro del ridículo y del culo al aire. Y las consecuencias no son buenas para nadie. Por lo demás, que el euskera tenga tal o cual origen no es ni malo ni bueno, es lo que es y nada más: no implica ninguna inferencia de mejora ni de empeoramiento de nada. De nada. Igual que cualquier otra lengua.
Una vez más, la oscura realidad de los nacionalismos excluyentes (no todos los habitantes de un territorio son nacionalistas), ese mundo en el que acecha el peligro de ver solo el dedo y no el sol, de confundir el árbol con el bosque y de no ver más allá de las narices. Y eso en el momento de la globalidad, de la interconexión, de los big data y del gran hermano. Qué barbaridad, qué pequeñez, qué imbecilidad.
Casi siempre echo pestes de los comentarios anónimos que se vierten a las noticias de los medios. Debo reconocer que el ingenio también se desparrama por esas tuberías, y lo hace a chorros con frecuencia. Hoy he leído este comentario de un tal Alfonso Luna, a propósito de esta noticia. Lo copio. Se comenta por sí solo. Es, en unas breves líneas, todo un ensayo sesudo acerca de los nacionalismos. Es este:
 Científicos andaluces excavaron 50 metros bajo tierra y descubrieron pequeños trozos de cobre.
Después de estudiar esos trozos por mucho tiempo, llegaron a la conclusión que los antiguos tartesos tenían una red nacional de teléfono hace ya 2500 años.
Por supuesto, a los catalanes no les hizo mucha gracia. Les pidieron a sus propios científicos que excavaran más profundo.
A 100 metros bajo tierra encontraron pequeños trozos de cristal que, según ellos, formaban parte del sistema de fibra óptica nacional que tenían los antiguos catalanes hace 3500 años.
Los vascos no se dejaron impresionar. Excavaron 150 metros bajo tierra y no encontraron nada, excavaron 20 metros más y aún nada, excavaron 250 metros en total y ni por ésas....
Entonces llegaron a la conclusión (con toda razón) de que los antiguos vascos, hace más de 5000 años, ya tenían telefonía móvil.
Pues eso.

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