miércoles, 26 de febrero de 2020

SANCHO, HIJO, GUÍA...


SANCHO, HIJO, GUÍA…
Qué disparate, Sancho guiando a don Quijote, ¿Dónde se ha visto cosa igual en el mundo de la caballería? ¡El escudero guiando al caballero! ¡Y encima en el camino hacia la amada, Dulcinea! El aparente despropósito se produce en 2, cap. IX. Los que somos asiduos acompañantes de estos dos cuerdos-locos conocemos las razones que empujan al caballero a pedir la guía del escudero. ¡Pero es que este aparente hecho intrascendente rompe todas las reglas!
Lo más importante de esta sorpresa es que nos anuncia lo que llega muy pronto. Será la primera vez en la que don Quijote represente la visión de los sentidos y de la realidad que comportan, mientras que Sancho se apropia de la función del engaño y de la ilusión para salvar los obstáculos de la realidad más mostrenca. Solo tenemos que recordar algunos hechos para comprobarlo. Nuestros amigos se han emboscado en la floresta y, en aquel contexto, urde Sancho la estratagema. Ved cómo vienen sobre sus hacaneas quijotescas, o sobre sus cananeas pancescas, las tres aldeanas y cómo reaccionan Sancho y don Quijote. Estas son palabras de ambos: Sancho: “¿…que no ve que son estas las que aquí vienen, resplandecientes como el mismo sol a medio día? Y don Quijote: “Yo no veo, Sancho, sino tres labradoras sobre tres borricos”. Sancho: “¿Y es posible que tres hacaneas, o como se llaman, blancas como el ampo de la nieve, le parezcan a vuestra merced borricos? ¡Vive Dios que me pele estas barbas si tal fuese verdad!”. Don Quijote: “Pues yo te digo, Sancho amigo, que es tan verdad que son borricos, o borricas, como yo soy don Quijote y tú Sancho Panza; a lo menos, a mí tales me parecen”. Sancho: “Calle, señor, no diga la tal palabra, sino despabile esos ojos y venga a hacer reverencia a la señora de sus pensamientos, que ya llega cerca”.
Ahí le han dado: don Quijote aplicando la ley de los sentidos y de la realidad más física e inmediata. Y ante la posible presencia de su amada, Dulcinea. ¡Los pájaros a las escopetas! ¡El mundo del revés! ¡El alguacil alguacilado!
Nadie que siga con sosiego las aventuras podrá concluir que ya para siempre don Quijote queda tocado por la realidad inmediata y por eso que llamamos razón. No sería verdad. Faltan mil y una aventuras con dobles planos y con diferentes niveles de interpretación. Pero ya toda la segunda parte queda cuajada con un fondo en el que se va dibujando el camino de vuelta del caballero y el de ida del escudero. Y es este cruce de caminos y de perspectivas el que da hondura al conjunto de la obra y el que permite incluir en ella un sinfín de consideraciones, de diálogos y de reflexiones, que hacen del libro un inmenso mar de ideas y un océano en el que cabe absolutamente todo. Esta tercera salida del caballero, y segunda del escudero, se alza, así, muy por encima de la primera en casi todo.
De modo que podemos decir que hemos pillado a don Quijote en el primer ´renuncio´ de sus ideales. Bendita sea esa mezcla de sensatez y de locura, de pasión y de mesura, de impulso positivo y de retención razonada.
Me pregunto si cada uno es capaz de reconocer algún punto de inflexión a lo largo de su trayectoria vital en el que se pusiera de manifiesto ese cambio de actitud. En un sentido o en otro, que eso tiene mucho que decir. E incluso más: ¿es frecuente ese cambio de actitud?, ¿sabemos mezclar sensatamente ambos comportamientos?, ¿merece la pena que predomine uno y otro?, ¿cuál?, ¿por qué? Y no podemos escondernos, porque la vida sigue y nosotros con ella.
Yo voy a seguir con los dos aventureros, con estos dos entreverados locos, llenos de lúcidos intervalos, en esta su segunda parte, para recrear y recordar, una vez más, todo lo que les sucede, y me sucede. Son unos locos maravillosos. Y siempre me acogen en su compañía. Soy un privilegiado. Así que me sigo sumando en el segundo periplo a los caballeros que a las aventuras van.
Y no digo más. Vale.

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