jueves, 20 de febrero de 2020

¿DOS REALIDADES?


¿DOS REALIDADES?
La creación artística puede esquematizarse en una tríada que abarca la materia, su moldeado y la sensación que con ese moldeado seas capaz de producir. Es un esquema como para andar por casa, pero creo que no se deja nada para atrás, por más que su glosa nos podría llevar cientos y miles de páginas. Cada artista trabaja con unos elementos materiales: sonidos, palabras, colores, ladrillos… Estos materiales son trabajados y horneados de una manera especial: en ese trabajo consiste esencialmente la labor del creador. El resultado es algo nuevo que tiene que producir emoción y admiración por la razón que sea.
Pero si el esquema de la creación parece despejado, no se presenta tan buen día cuando tratamos de averiguar de qué o por qué surge el arte. ¿Cuál es el contexto que hace inevitable el hecho de ponerse a moldear el material y, en definitiva, a crear?
Hay respuestas de todo tipo. Yo no sé con cuál quedarme porque ninguna me convence del todo. ¿Se puede decir, por ejemplo, que el arte surge del miedo a que la vida no signifique nada? Se debería tratar, entonces, de la vida entendida como el quehacer cotidiano más plano y grueso, más sin tensión y más del poder de la costumbre… Para que surja otra vida más densa y activa, más personal, con más sentido, surgiría la necesidad y el hecho mismo de la creación.
Sin embargo, habrá que admitir como algo incuestionable que la vida cotidiana está ahí y va a seguir estando ahí, regida por los elementos físicos, químicos y, en general, biológicos. A ese discurrir inevitable del tiempo y del espacio, con sus leyes y con sus variables, nos tenemos que sumar. O, incluso algo más, en él debemos reconocernos como elementos que los conformamos y los definimos. No podemos anularlos sin anularnos: somos nosotros mismos ese espacio y ese tiempo; son nuestras acciones la definición última de esos conceptos.
Si no podemos anularlos, porque los definimos, ¿cuál es nuestra postura más noble y humana? Muchos son los planos en los que podemos reflexionar: biológico, social. psicológico, político… Todos ellos son vida. Y no es lo mismo conformarla de una forma o de otra.
Pero hay tal vez otra más alta y verdadera, otro nivel más noble y delicioso. Es el de recrearla buscando la belleza. Es en ese momento en que nos proponemos la creación nueva cuando la vida más de diario parece que merece menos la pena. ¡Y surge la necesidad de elevarla en la creación! Ahí se esconde una palanca que empuja con fuerza y que crea nuevas normas, nuevos esquemas, nuevas… realidades. La creación artística, con más o menos éxito, ha echado a andar. Luego vendrán los poemas, las novelas, las sinfonías, los edificios, los cuadros… Y ante ese nuevo mundo nos mostraremos sorprendidos de diferentes maneras; tal vez incluso emocionados, hasta para desear gozar de esa nueva realidad. Bastará para ello con creer en esas nuevas realidades como algo posible y en la belleza que surge de creer en ellas.
No será poco reconocer la necesidad de la vida desde el arte, o sea, la belleza. Tal vez no se trate de negar -no tendría sentido-la vida de diario, sino de entender que, al menos, deberíamos intentar elevarla un poco más, en busca de otras sensaciones que no nos animen a pensar que la vida no significa nada.

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