Y EL AGUA SE HIZO
TIERRA
De
pronto, ha descendido a visitarnos
la
lluvia desde lo alto de los cielos.
Fue
ayer, cuando la tarde se dormía
y
la noche soñaba con violarla.
Tal
vez se descubriera sorprendida
al
llamar a las puertas de las calles:
tanto
tiempo sin verse, sin contarse
ninguna
simple nueva de los mares,
ninguna
cosicosa de los parques.
He
salido de nuevo esta mañana
a
ungirme con el óleo de los campos
y
la he visto temblando entre las hojas
(gotas
puestas al sol con luz de perlas),
con
miedo a descender a ras de suelo,
seco
otra vez, sin huellas de las aguas:
tan
grande era su sed, que la tormenta
sembró
su plenitud en lo más hondo
del
ya infecundo vientre de la tierra.
Estaba
Dios azul esta mañana,
con
aire limpio y con la luz diáfana
que
brilla cuando escampa la tormenta.
Yo
caminaba en calma, por la senda
de
todas las mañanas, discurriendo
si
la tierra y el agua eran un grito
o
un abrazo de amor en la montaña.
1 comentario:
Un poema de fecundidad y amor es necesario en ésta época de sequía.
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