miércoles, 22 de junio de 2011

AHORA QUE ESTÁN LAS AULAS MÁS VACÍAS

Estamos en el más tierno verano y ya empiezo a pensar en que la luz decrece. Pero no me detendré demasiado en ello, que ahora  bien puedo gozar de tanta luz y de tantas horas sin nada que me agobie.
Tal vez lo mismo les empiece a ocurrir a tantas personas que, en estos días, terminan el curso y, acaso, su carrera educativa. Enhorabuena al que le toque. Exámenes a un lado y notas encima de la mesa, todo se vuelve tiempo desatado de horas y exigencias. Universidades, Institutos, colegios… todos se dan un tiempo de respiro y, desgraciadamente, de olvido hasta septiembre. Porque desgracia me parece que todo se almacene y se comprima en unos meses y que no se conciba la educación como un continuum que va tomando forma por afición y no por obligación limitada a unas exigencias que, una vez salvadas, provocan rechazo y hasta odio.
Hace ya un año que no desarrollo como actividad laboral eso de las aulas (salvando mi UNED y mis ingleses) y acaso ahora lo añoro un poquito. Cualquier consideración acerca del mundo educativo me sigue llamando la atención y me provoca para echar mi cuarto a espadas. Hoy mismo he visto imágenes de jóvenes recogiendo notas de Selectividad y he escuchado algunos comentarios acerca de su validez, de la elección de carreras y de otras variables.
Para mi desgracia, sigo pensando que casi todo, en el mundo de la educación, se sigue supeditando al momento y al resultado del examen, de modo que el resto del año, con sus esfuerzos mayores o menores acumulados, se orienta al esfuerzo de un rato en estas fechas, o en febrero, y al éxito o al fracaso del mismo. Sigo teniendo una opinión bastante desfavorable sobre la organización y la burocracia asfixiante que domina todo y que premia a los que mejor se desenvuelven en la composición de papeles, olvidando que lo esencial está en el aula y en la formación de la personalidad de los alumnos, que lo bueno es ir lentamente dejando la semilla oscura y variada que germinará cuando la madurez vaya alcanzando a la persona que se forma y que el esfuerzo continuado poco tiene que ver con las demostraciones concretas de los exámenes.
Menos mal que a veces se encuentra uno con alguno de los que más huella han dejado en estos asuntos y se reconcilia un poco con sus propias intenciones. Ayer mismo leía estas palabras escritas por Francisco Giner de los Ríos, alma de la Institución Libre de Enseñanza. Tienen muchos años (son de hace ya un siglo) y, por ello, aquí sirve muy bien la expresión aquella de “mutatis mutandis”, pero conservan el frescor de la ilusión y de la visión amplia en busca del ser humano y no de una nota que solo selecciona, y muy pobremente, nada menos que a personas, y que, en el mejor de los casos, apenas consiguen otra cosa que reproducir esta sociedad y esta escala de valores tan manifiestamente mejorables:
“La mitad del problema español está en la escuela: a ella principalmente debió su salvación y debe Alemania su grandeza presente. Hay que “rehacer” al español: acaso dijéramos mejor “hacerlo”. Y la escuela actual no responde, ni remotamente, a tal necesidad. Urge refundirla y transformarla, convirtiendo a esta obra redentora las escasas energías sociales con que pueden contar los gobernantes y sus auxiliares. Lo que España necesita y debe pedir a la escuela no es precisamente hombres que sepan leer y escribir; lo que necesita son “hombres”, y el formarlos requiere educar el cuerpo tanto como el espíritu, y tanto o más que el entendimiento, la voluntad. La conciencia del deber, el espíritu de iniciativa, la confianza en sí propio, la individualidad, el carácter… (…) Y condición esencial y previa por parte del legislador, ennoblecer el magisterio, elevar la condición social del maestro al nivel de la del párroco, del magistrado y del registrador…”
Pues eso, mútese lo que haya de mutarse para que no sotanee nada y razónese en algo tan importante como el hecho de que, incluso económicamente, la inversión más productiva es la que se articula en la enseñanza y en la educación de una comunidad.
Claro que quizá aquí también quieran ajustar los salarios a la productividad, y como, para mucha gente, lo que no son cuentas son cuentos, y en las aulas no se ven los resultados en especias ni en ceros de libretas de bancos, pues tal vez lo tendremos bastante difícil. Qué le vamos a hacer.

No hay comentarios: