domingo, 26 de junio de 2011

CON FONDO FAMILIAR


Con fondo familiar he pasado un feliz fin de semana. Siempre son felices para mí los días que paso junto a los míos, junto a los que más quiero y en los que me refugio porque, cuando extiendo las antenas, me empiezan a fallar las imágenes y las fotografías se me hacen más borrosas.
 Pero me han sucedido muchas más cosas, por más que ninguna se aproxime a la insultante belleza y desparpajo de mi nieta Sara, que se abre a la vida como una rosa del mejor rosal. Sus dos años me la han convertido en una flor y en un cañito de espabile por el que mana la vida a borbotones. Y yo me remanso en ella y en su mundo, que crece y se amplifica cada día y casi cada hora.
Tomaré nota, no obstante, de algún otro suceso. Estuve ayer sábado en el parque municipal durante más de una hora, al lado de los llamados “indignados”. Llegué a duras penas, con mi pierna a cuestas y con el ánimo de escuchar sobre todo. Porque no tenía seguro que yo estuviera indignado por las mismas razones que las que podían esgrimir muchos de los que allí acudieron. Y pronto descubrí que mis sospechas no eran infundadas. Veamos. Yo no estoy parado, yo llego con cierta facilidad (no prodigo ningún gasto especial casi nunca) a fin de mes, mi futuro no se ve amenazado por ninguna tormenta económica, por más que la situación puede cambiar para peor en cualquier momento… ¿A qué iba yo allí, entonces? Porque yo confieso que también estoy indignado. Estoy indignado, no por mi situación personal que, aunque no pueda presumir de nada, ya he afirmado que me permite vivir con cierta tranquilidad, sino por las causas que, a mi entender han generado la situación laboral de tantas personas en esta sociedad y por la escala de valores en la que nos movemos, la cual, también a mi entender, no hace sino acentuar que la situación empeore laboral y socialmente. Sobre todo por esta segunda razón.
Sigo pensando que el hecho de que la gente se reúna y manifieste sus inquietudes vale mucho más que quedarse en casa y dejarse llevar por la corriente o por las indicaciones que nos vienen dadas desde los medios de comunicación o desde otros medios de poder. Pero salir a la calle asegura muy poquitas cosas; como cualquier otra acción, si no se sitúa y se contextualiza. La espontaneidad es un valor pero, de nuevo, si no se organiza, no suele conducir a demasiados resultados positivos. Y lo que yo creí ver allí fue mucha espontaneidad y muy buena voluntad, pero muy escasa organización de ideas y, aunque no sea una opinión muy positiva para un hecho que me resulta de entrada positivo, bastante falta de información. Se sugerían y hasta se proponían acciones directas desde afirmaciones que creo que no siempre eran verdad. Un ejemplo: Se propuso activar el reglamento de participación ciudadana. Pues bien, ese reglamento existe, las asociaciones de vecinos asisten a las reuniones, no creo que se pueda decir que el último equipo de gobierno haya puesto ninguna pega, sino todo lo contrario, a esa participación, y no sé si se va a poder decir lo mismo del nuevo equipo municipal. Así planteadas las cosas, la propuesta se puede volver contra el que, con su mejor intención, la planteó en público.
Y lo que me pareció más complicado fue el hecho de que las propuestas aparecieran sin un esquema de ideas. Iba a escuchar y escuché, pero no me resistí a sugerir que, si no se pone de acuerdo una comunidad en dos o tres ideas generales, después las propuestas concretas se van a evaporar, como se evaporarán los movimientos surgidos de manera informal. Defiendo que, sin una ideología más o menos dibujada, poco lejos se puede llegar. Y pronostico que, al final, se quedarán en el movimiento aquellos que justifiquen y hundan sus propuestas como muestras de esas ideas anteriores. Y entonces muchos se habrán ido, y otros muchos más que ahora gritarán que son sujetos antisistema los que agitan todo esto. Naturalmente. Con dos cojones bien puestos. ¿Pero qué se han creído todos estos garantes del orden y defensores de sus privilegios? Solo los que se planteen el sistema serán capaces de cambiarlo, o de mantenerlo o modificarlo en su caso. Y de cambiarlo para todos. Porque, si a lo que se aspira es a mantener el sistema y solo a darle un blanqueo para, en el mejor de los casos, ponerme yo y que se quite el de al lado y se vaya él al paro mientras yo me sitúo en la casilla correspondiente, entonces habremos hecho un pan como unas tortas. Ya sé que no es lo mismo un sistema turbio que un sistema un poquito menos enfangado, pero lo que hay que plantearse es la bondad o maldad de este sistema que nos ha llevado a lo que nos ha llevado. A todos, no solo a cada uno de los parados individualmente. Esa indignación con mirada alta y general sí es más honda y duradera; otras corren el peligro de ser más egoístas y de repetir el mismo guión aunque con distintos actores. Cuidado con eso.
Creo que seguiré acudiendo en otras ocasiones hasta ver en qué se va concretando todo esto y para dejar alguna intervención en este sentido. Para encontrar trabajo para mí, que no me esperen porque yo ya ando con eso del jubileo, pero, sobre todo, porque yo creo que la indignación tiene que ser porque las causas que han producido  esta situación son radicalmente injustas y antidemocráticas. En el peor de los casos, seguirán teniendo mi consideración y mi aplauso. Y mi solidaridad ante todas las amenazas y desprecios del egoísmo y de la ignorancia que se esconde por todas las aceras.

Y hoy mismo se ha celebrado el Corpus. Pero son líneas para otra entrada.

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