martes, 21 de junio de 2011

VAMOS A DAR LA CARA


Ese movimiento confuso y espectacular que se ha llamado 15-M va dejando regueros por todas partes. Como bomba de racimo, se ha extendido por muchas lugares de esta piel de toro. Ya me he pronunciado en su favor, aunque su eficacia no sea tal vez la más visible ni inmediata. He dicho también que la fórmula menos mala que conozco, en los tiempos que corren, es la de los partidos, a pesar de todos sus males, que más que males parecen plagas y epidemias sin cuento.
El caso es que una de las ramificaciones del 15 M ha acampado en esta estrecha ciudad, más en concreto en el parque de la Corredera. Me cuentan que se han producido dos reuniones de un grupo indefinido de personas.
No conozco ni sus formas de organización, ni sus esquemas de trabajo, ni sus propuestas, ni nada. Pero sí sé que no he acudido porque otras obligaciones me lo han impedido. De hecho, pienso estar allí el próximo sábado, si no hay ocupación que lo anule. Porque creo saber qué espíritu los mueve y de qué premisas parten. Y buena parte de esas premisas  y de ese espíritu los comparto.
Mientras tanto, alguien me ha dado pista para leer algunas opiniones vertidas en un periódico digital de esta ciudad. Se trata de Bejar.biz. Como dicen los castizos, “Mi religión me prohíbe ciertas prácticas”, pero allá que me fui, y allí que leí.
Propiciar la expresión de ideas siempre es positivo, pero habrá que recordar algo tan elemental y obvio como que la expresión de palabras no garantiza demasiado. No garantiza la construcción correcta de ideas, no garantiza la construcción correcta de frases en el idioma que nos hemos dado todos (me dan ganas de dejar entre paréntesis, con toda la carga para el que lo sepa entender, que tampoco para el idioma que enseñamos en una práctica no siempre diligente ni provechosa), y, por supuesto, tampoco garantiza la verdad de los balbuceos mentales que se codifican.
Me estoy refiriendo, por supuesto, a la suma de comentarios que se almacenan a los pies de cualquier noticia o de cualquier artículo de opinión.
La libertad de expresión tiene límites. Debe tener los límites de la decencia, de la ligazón, de la coherencia y de cierta gallardía para dar la cara y mostrarse sin careta y sin la talanquera del anonimato.
Gran parte de los comentarios que he leído acerca de las reuniones del 15 M rezuman zafiedad, veneno, falta de honradez, acusaciones infundadas, errores formales sin cuento, analfabetismo de fondo… Lo tienen todo, como, por desgracia, casi siempre.
¿Por qué no dan la cara los susodichos con nombres y apellidos? ¿Por qué se enfrascan en generalidades? ¿Por qué lanzan acusaciones sin elementos de prueba? ¿Por qué ese sarpullido ante cualquier acción que signifique pensar y discutir?
Yo tengo derecho a pensar, desde una pizca de sentido común, que su anonimato los ahoga en la cobardía, que sus generalidades los acusan como analfabetos y que sus señalamientos sin pruebas son signo de su debilidad mental y de su falta de argumentos.
¿Por qué no vienen a manifestarse libremente y a confrontar ideas? ¿Por qué huyen de cualquier foro en el que tengan que identificarse? ¿Por qué no se les cae de la boca el insulto y el disparo a los demás?
Tampoco es que haya que pedir peras al olmo, que nunca ha dado esos frutos, ni hay que esperar sacar agua de pozos secos. La Historia está llena de grupos y de individuos de esta calaña.
Pero me parece que en esta ciudad estrecha, o este grupo es demasiado numeroso, o se repite como la morcilla de Burgos. Sospecho, por desgracia, que se trata de la primera variable. Yo me avergüenzo de pasar por las mismas calles y de comprar en los mismos establecimientos que ellos. No me avergüenzo de beber en las mismas fuentes culturales porque sospecho que esos saharauis no saben siquiera que hay fuentes en las que beber y saciar algo la sed y las inquietudes mentales.
Me da coraje dedicar tantas líneas a desahogarme y no a dar cuenta de los fundamentos del 15 M y de las personas que acuden a estas reuniones. Entre las que, sospecho, dejaría -o dejaré- alguna idea que puede hacer saltar chispas.
Mientras tanto, haré penitencia, como don Quijote en la Peña Negra, para ver si mi mente es capaz de librarse de todos estos fantasmas, endriagos o simplemente imbéciles anónimos.

No hay comentarios: