“Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel”.
¿Pero, adónde vas tú entre estas frondas de paisajes celestes y de arabescas palabras? ¿Pero te has mirado a la cara? ¿Pero no ves que vas en espantajo y en contraste brutal con lo que miras y con lo que te rodea? ¿No te va a rechazar todo lo que acometas? ¿Pero qué consistencia tiene tu celada? ¿Cuáles son tus fuerzas? ¿A qué aspira tu apariencia? ¿No notas que tu caballo renquea y va cansado? ¿A quién vas a vencer con esas pintas? No seas payaso de feria, que no te disparen al tuntún y a ver qué pasa, que te consideren y que de tejen con tus cosas. No des tanto que hablar, para que no digan que no hay quien lo remedie. Si es que vas que te caes de ese caballo. Y encima sin título oficial de caballero, ni con los papeles necesarios para aspirar a algo. Te van a detener como a otros muchos que llegan en pateras y trabajan en los oscuros pliegues de la noche. Ponte al día, colega. Viste coraza nueva, cámbiate de rodela, levanta la cabeza y deja la celada sin los lazos. Si vivieras ahora, con esas pasarelas de la moda, con esos del hotel de cinco estrellas, con los de los contratos de seis ceros… Esos sí que hacen juego con la aurora. Y, ¿sabes?, los aplauden a rabiar con las orejas.
Estás fuera de juego, compañero.
Pero sé, no te apures, que tu fuerza está dentro, que allá, en tu corazón, todo es empuje, que, si te descamisas, te queda un torso duro y trabajado, que estás para las duras y maduras, que no pides por nada, solo ofreces, que tu contrato es largo y bien firmado, que siempre ves la cara de la vida y el vaso medio lleno, que no hay labor ni esfuerzo que te arredre, que siempre estás ahí por si te llaman, que eres un 012 permanente, que te violas la vida y la sometes a lo que solicita tu conciencia.
Sabes lo que te digo, compañero, que me quedo contigo, que de momento aguanto y que te aplaudo, que la venta es castillo si tú te lo propones, que el ventero es guardián de alguna fortaleza y las mujeres reinas a fuer de ser princesas. Si tú lo dices, vale. Y ármate caballero, que hay mucho por delante.
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