Sí, sí, bienvenido a esta tu casa, a esta tu página, a esta ventanita que hoy se abre de nuevo después de un parón debido al malange de los asuntos informáticos. Tanta descendencia informática en mi casa, tan titulados y tan enseñantes de la cosa, pero, como no aparecen por aquí desde hace bastantes día por diversas razones, pues aquí que ando al verlas venir, huérfano de todo y de todos, sintiéndome pobre de solemnidad.
El más huérfano, con diferencia, soy yo mismo que no solo llevo un par de semanas sin dibujar palabras sino que parece que estoy como difuminado, como sin resuello, como entre paréntesis o en periodo preventivo de no se sabe qué pena. Todavía ando en trámites para una nueva página en la que verter estas líneas y compartirlas con quien buenamente quiera. Tengo que inventarme obligatoriamente otra página distinta, por haber perdido las claves de la anterior y no poder acceder a la misma. Qué le vamos a hacer. Pero al menos ya he reinventado el correo, el nuevo correo. Daré publicidad de él para ahorrarme darlo particularmente. Lo iré haciendo poco a poco, lo prometo.
Junio está ya bien crecido y mi tiempo, después de todos los ingleses y de las demás clases, está más a mi disposición. Tengo que volver al ritmo. Lo prometo. Así que Wellcome, boy, a esta tu casa
A mi vuelta de Ávila, esta noche, me he dado de frente otra vez con “Bienvenido, Mister Marshall” en uno de los canales de TDT. Genial, como siempre. Cada vez me gusta más. De la película recojo el título y esta apreciación: “A veces pasan cosas, pero luego…, luego…”. Pues eso.
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