Quisiera dibujar un cuadro exacto
del nombre de las cosas en mí mismo,
de su andadura extraña y luminosa.
Si supiera
ordenar las escalas y los órdenes
de causas y de exactas consecuencias,
tendría un dibujo nítido
del discurrir sin tino de mi vida.
La rosa solo es rosa si mi mente
accede libremente a la conciencia
de un cromatismo libre y subjetivo
de toda la alta gama
que exhala la flor bella.
Mas es esa conciencia a la que aspiro
fruto de mi memoria de la rosa,
de la visión cuajada en elementos
de física y de química, que han dado
un olor y un perfume
como productos últimos
de una extraña ecuación.
Esa capacidad
de almacenar imágenes
en que consiste la feliz memoria
me ha permitido el huerto y los rosales
en el vergel de mi razonamiento,
donde cultivo olores muy sabrosos
-a veces se me pudren los esquejes-
y colores nimbados de arco iris
para tenerte flores todo el año.
Tan solo necesito la palabra
para poder dar nombre a tanta gloria,
a milagro tan alto e inefable,
a realidad tan bella y tan distinta
en la que amor pregona amor tan solo
y ninguna otra cosa,
donde es dolor dolor y nunca sufrimiento,
y el gozo no te turba
como lo hace el placer,
en una confusión tan pobre y mísera.
Aún me queda indagar ese camino
de química exclusiva y primigenia
y amansarlo hasta herirlo
con el más dulce nombre de las cosas.
Es difícil y angosto este camino:
dar caza a la materia, contemplarla,
darle la consistencia en la memoria
y embarcarse en el gusto
de la propia conciencia razonada,
en las nieblas y soles de un camino
humano hasta las heces, siempre humano.
1 comentario:
Este "siempre humano" engloba la capacidad de lo más sublíme,y lo más animal pasando por la consciencia de ello. Terrible limite nos impone el cuerpo ¿o la mente?.
Publicar un comentario