Una vez más tengo que anotar la gota machacona que me maltrata y me tortura cada vez que mis hijos se marchan de mi casa después de algunos días juntos. “Abandonará el hombre a su padre y a su madre…”
Si es que ni poniéndome bíblico. No me consuela ninguna frase hecha ni ninguna verdad aparentemente incontestable. La verdad más constatable es que ahora estoy solo y que esta mañana jugaba con mi nieta y era feliz. Lo que más inmediatamente siento es que mi nieta cada vez que se tiene que ir se pone mustia y llora. Lo que mejor puedo observar es que el sol se esconde por el horizonte y lo hace de forma diferente a como lo hacía ayer mismo.
Y sé que es ley de vida y que se me pasará porque todo sigue y enseguida me pondré en camino una vez más para estar otros ratos con ellos. Lo sé. Pero hay una consideración que nunca he logrado desentrañar y que me repito con frecuencia. Todo el mundo habla del desarrollo, del bienestar y de los avances de las sociedades. Yo no puedo estar en contra de todo ello. Pero me pregunto, cada día con más fuerza, a costa de qué se producen esos adelantos y cuántas plumas se va uno dejando en la gatera de la vida a consecuencia de ese supuesto bienestar.
Sospecho que, en estos asuntos, tampoco contabilizan los elementos que no son cuentas, y que son arrojados al basurero de lo que se considera cuentos. Qué error. Otra vez lo que no son cuentas son cuentos y hay que atribuirlos a gentes escasamente vigorosas y hasta endebles.
Yo solo quiero anotar que pago un buen tributo por la ausencia de mis hijos y de mi nieta, y que, si esto se contabilizara en la declaración de hacienda, me saldría la declaración a devolver una buena cantidad.
Pienso, por ejemplo, en los otros abuelos de mi nieta, que se han perdido el espectáculo extraordinario de Sara ejerciendo de repartidora de regalos entre todos sus familiares y los de la familia de su padre. Habrían pagado una entrada de butaca principal. Y habrían salido totalmente satisfechos. Pero la distancia… Ay, los espacios y los tiempos.
Y pienso, sobre todo, en que, en nuestra civilización, la persona no ocupa el lugar principal y el fin de las actividades y escalas de valores. Más bien es solo una tuerca más del engranaje que deglute al final del proceso monedas o billetes.
En fin que ahora estoy solo y echo de menos a mis hijos y a mi nieta. Nada más y nada menos.
1 comentario:
Buenas noches, profesor Gutiérrez Turrión:
Todos los abuelos estamos igual. No sé decirle nada más. También quisiera estar más tiempo con mis nietos.
Al llegar a una edad, es tan poco importante el dinero no necesario, y los lujos, y todo lo material prescindible y superfluo tras lo que hemos corrido y gastado nuestras vidas...
Y los niños son tesoros tan preciosos...
Le deseo feliz año, y que cargue con frecuencia las pilas de alegría contemplando a su Sarita, y gozando de la compañía de sus hijos.
Saludos.
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