Con cierta frecuencia me llega
hasta la ventana de mi ordenador alguno de esos montajes de texto, imágenes y
música que circulan por la red. Las reflexiones, el ingenio y el gusto se
suelen mezclar con un resultado muchas veces extraordinariamente positivo. En
esas ocasiones, yo me recreo y los visito, pienso y sigo en mis devaneos.
Hoy me ha llegado uno especial.
Su base de pensamiento es la idea de la ECOLOGÏA y el uso que de él se hace
pensando en el paso de dos generaciones. El fondo de imágenes es toda una
pasarela de maravillosas fotografías blancas, sobre todo de animales, y un
acompañamiento musical adecuado en suavidad y ritmo. Y se apoya en los ejemplos
del uso que se hacía, y se hace, de las bolsas de plástico, de botellas de
leche o de refresco, del uso de escaleras frente a los ascensores, del cambio
de lugar andando o en coche, de los pañales que se cambiaban y ahora se tiran, del
secado de la ropa en tendederos o en máquinas, de la reutilización de ropas de
hermanos mayores frente las compras compulsivas, de la existencia como mucho de
un televisor y un aparato de radio en la anterior generación, de la manera de
moler y de batir antes y ahora, del embalaje en papel de periódicos, de la
siega de la hierba a mano o con cortacésped, del ejercicio trabajando frente a
los gimnasios, del beber en fuente o en vasos de plástico que se tiran, del
recargado de plumas de tinta, del uso de las cuchillas de afeitar, del uso y
abuso actual de los coches frente a los transportes públicos, y hasta del
enchufe único en cada habitación frente al cableado actual. Delicioso para
contemplar y para pensar. Los ejemplos, por supuesto, se pueden multiplicar sin
ningún esfuerzo imaginativo. La presentación concluye con la reivindicación del
concepto de ecología en un sentido un poco distinto al más común, quizás
invitando a pensar en un consumo menor y -esto es lo que realmente me interesa-
en qué entendemos por progreso y evolución.
La disminución del consumo como
forma correcta de progreso es algo bastante estudiado por la gente que se
dedica sin intereses particulares a ello y no vive del sueldo que le paga una
industria necesitada de competir con la de al lado para sobrevivir en este
mundo tan absurdo de la lucha sin cuartel. Quien quiera leer que busque.
A pesar de todo, la evolución y
el progreso como tales son conceptos que son difíciles de negar y de no
promover. La curiosidad humana nos lleva a nuevos descubrimientos a diario. que
nos sirven para nuestro bienestar. Cualquiera de los ejemplos citados antes se
vence seguramente a favor de lo que sucede actualmente por la comodidad y por
la ayuda que supone para el ser humano. Yo también me declaro progresista si
eso supone ventajas para todos y provoca mejor pasar por la vida.
Pero muy torpes seríamos si nos
quedáramos en esa simpleza. Porque el progreso se produce en unas condiciones y
con unos actores y beneficiarios o perjudicados, y esas condiciones no siempre
son las más adecuadas. Hasta el punto de que nos olvidamos aquí de que el fin
no justifica los medios. Lo diré una vez más: progreso sí, pero ¿a costa de qué?,
¿cuánto estamos dispuestos a sacrificar de los seres humanos para conseguir ese
supuesto progreso?
Las sociedades actuales suelen
resumir la vida en parámetros estrictamente económicos, y eso es empobrecer el
concepto de ser humano. Parece que la fórmula funciona como opio para las
sociedades tanto en oriente como en occidente, y con una velocidad e intensidad
crecientes.
Yo me cago en todos los muertos y
en todos los popes del progreso si es a costa de la deshumanización, del egoísmo
y de la falta de solidaridad. Y echo fuego por la boca si eso trae consigo que
mis seres queridos anden alejados de mí y yo de sus abrazos y de su cariño.
Mi nieta se ha ido de mi lado
después de unos días de paraíso, de risas y de cielo; daría media vida por
tenerla cerca para abrazarla y para sentirla cerca de mí. Aunque tuviera que
lavar la ropa a mano y borrarle con goma las páginas del cuaderno para seguir
escribiendo y dibujando.
Volveré por los pasos de los días,
sentiré los vacíos del pasillo, se hará denso el silencio, y, en la mesa que
llena mi terraza, una silla sin risas me hundirá en la miseria y la tristeza. Será
por pocos días: en cuanto vuelva a verla, será otra vez la luz y la alegría.
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