El pasado día 13 de julio se
celebraron elecciones en el PSOE, para elegir de manera directa (un militante
un voto) al nuevo secretario general. Tres candidatos: Pedro Sánchez, Eduardo
Madina y José Antonio Pérez Tapias. Ganó con claridad Pedro Sánchez. Estos días
comienza su andadura y realiza los primeros contactos con gentes de todo tipo.
Le queda por delante una tarea ardua y complicada, en un panorama social y
político incierto y oscuro. Que tenga suerte, por él mismo, por su partido y
sobre todo por este país al que le falta asiento y sosiego.
Cuando se cambia la estructura de
cualquier entidad, se corre el peligro de pensar que todo empieza de nuevo y de
que hay barra libre para derribar el edificio y construir uno nuevo, sobre todo
si, al menos en apariencia, no se ha contado con el apoyo de las personas que
eran el sostén público de ese edificio. Tal peligro conviene reconocerlo,
identificarlo, embridarlo y darle el espacio y la importancia que requiere, ni
más ni menos.
No resulta sencillo pues hay
fuerzas que tiran en un sentido y otras que empujan en sentido contrario. El
PSOE pedía a gritos una renovación de caras y de actuaciones, la convivencia
pide ese cambio de caras como higiene colectiva. Bien por la renovación. Pero
se trata de un partido centenario, de una estructura que se basa en unos
principios filosóficos e ideológicos muy claros y bien estudiados, de una
militancia que está en él no por capricho sino con alguna idea y deseo de
transformar la realidad en la que vive para conseguir un bienestar mayor para
la mayoría… Y todo eso no se puede tirar por el puente, porque las gentes
cambian pero los principios se adaptan a los tiempos sin perder su esencia
original.
En los años pasados ha habido
gente que ha puesto cara a este proyecto tal vez apareciendo en casi todos los
cromos. Eso cansa, es verdad, y tanto tiempo termina por contaminar. Sin
embargo, eso no debería impedir reconocer la valía donde la haya y la solidez
de las ideas cuando la tengan. Tan de imbéciles es innovar por innovar como
mantener por mantener. Encontrar el equilibrio no es sencillo pero hay que
intentarlo.
Por eso habría que tener cuidado
con no mandar a la esquina a la gente de valía, sobre todo si se hace solo por
cuestiones de edad. La experiencia y la sabiduría, la templanza y la mirada
alta se consiguen mejor desde la atalaya de cierta edad, desde ese lugar en el
que se alcanza alguna certeza de que no hay certezas que valgan sino buenas
voluntades y sorpresas con las que hay que contar también.
Creo ver un peligro evidente en
estos momentos en el PSOE; es el de aparentar ser más papistas que el papa, en
estos días predicar ser más de izquierdas que la mano izquierda. No hay
demasiado que predicar; hay que estudiar, analizar, entender lo que demanda la
sociedad, poner al día los principios que han inspirado esta ideología, seguir
creyendo en ellos y llevarlos a la práctica con firmeza y convicción, desde la
coherencia personal, no desde la moda.
Y en ese proyecto cabemos todos,
porque es para todos y no solo para los vencedores. También para los que
sanamente quieran añadir su experiencia y sus reflexiones. Ni matar al padre ni
ensalzar sin tasa al hijo. La familia entera es lo que importa y esta solo se
puede mantener unida y con ánimo si se comparten algunos principios que la
inspiren y que le den ánimo para vivir cada día con ganas y con las puertas
abiertas para todos los que quieren compartir (también desde otras formaciones
políticas) esas pocas cosas que llamamos ideología.
Porque la elección en forma
directa poco aportará si no se traduce en más participación de todos los que
tengan algo que decir, y siempre desde el convencimiento de que el puesto es
algo provisional y no implica nada más que la necesidad de dar cara a una
necesidad organizativa, pero sabiendo que al lado hay muchas personas con la
misma o mayor capacidad que el figurante de turno. Sin esa certeza, nada se
habrá conseguido.
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