martes, 15 de julio de 2014

"Y VEN CONMIGO A BUSCARLA"


Existe una hermosa tríada de conceptos que debería moverme en la vida, tres sendas que deberían llevarme al estado absoluto de la felicidad. Son el Bien, la Belleza y la Verdad. No sé ni siquiera definirlos pero sé que existen, que me llaman, que me enamoran, que me cantan más dulcemente que las sirenas a Ulises. Y sé también que nunca las alcanzaré en grado suficiente, tal vez porque no me las merezca o porque lo mejor es morir en el intento, atisbando los aplausos de la meta e imaginando, solo imaginando, un paso siempre por delante de lo alcanzado.
Tal vez será mejor contentase con el hermoso intento de las aproximaciones, con desbrozar tan solo lo que puede significar cada uno de estos tres conceptos y con soñar que uno no anda del todo despistado y lejos de las sendas en las que se manifiestan.
Ya sé que cada una de estas ideas -¿serán realidades?- se manifiesta en un campo diferente y apunta a unas cualidades distintas, pero, sin un poco de las tres, la vida tal vez sea poco digna y no demasiado humana.
Qué pobres las definiciones que aventura el diccionario; seguramente porque no es sencillo, o acaso sea imposible, declarar qué sean realmente cada una. Los diccionarios especializados se extienden en la historia de cada uno de los conceptos y tal vez también nos dejen -me dejen- a buenas noches.
Me tendré que guiar por mis pequeñas luces, por mis lecturas torpes, aunque no escasas, por lo que la práctica en la vida me ofrece y por esa estrella permanente que nunca se esconde y que se instala en el sentido común.
Sigo entendiendo al ser humano como medida de todas las cosas. No porque sea superior ni inferior a nada, pues forma parte de un todo con los demás seres y objetos, sino porque no puedo llegar a las demás cosas si no es desde mí mismo y desde mis cualidades y deficiencias. Y como las percepciones del yo son irrepetibles en las demás personas, los conceptos a los que aspiro no entiendo que puedan ser equivalentes absolutos para todos. Por eso el Bien es mi bien, la Belleza es mi belleza y la Verdad es mi verdad.
Pero necesito moverme con algún faro que intente ser universal; también me gustaría que estos lo fueran, pero no los concibo sin matices y sin darles oportunidad a la interpretación y a las vivencias personales. Estoy seguro de que no todo vale, pero también de que todo sirve; de que no todo es equiparable, pero también de que todo merece respeto y análisis; y estoy convencido de que cualquier concepto solo es útil si es comparativo en su aplicación en distintos seres.
Lo absoluto y la falta de matices, la no existencia de discrepancia en los juicios, la eliminación de las aristas y la inexistencia de imperfecciones solo es aplicable a lo que no es humano. Y ahí mis capacidades ya no alcanzan y tienen que suspender el juicio.

De modo que me someto a la itinerancia y a la relatividad de mis acciones, pero no renuncio al camino y al gozo de intentarlo. Tal vez tan solo sea mi propio canon, o un canon semejante al de otros muchos que nacen, crecen, “y en un día como tantos…”

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