Escucho que desde hoy se agotan los derechos de autor de las
obras de Valle Inclán, de Antonio Machado, de Unamuno, de Muñoz Seca…, de todos
lo que, por una razón o por otra, fallecieron en el año 1936. Son los ochenta
años que marca la ley. Desde hoy, acceso libre a esas fuentes de creación y a
esos tesoros, que ya no podrán reclamarse como propiedad particular de nadie.
A mí esto de la propiedad intelectual siempre me ha causado
muchas dudas. Por una parte está el derecho de cualquiera a sentirse dueño de
aquello que produce; por otra la sensación de que todo es un poco de todos; por
otra, más personal, por el hecho de que en mi vida he cobrado ni un euro por
los miles de páginas que he escrito; por otra aún más compleja porque tal vez
nada realmente sea nuevo y todo ya se halle antes de darle nuevas formas… Qué
sé yo, de nuevo las dudas que me asaltan por todas partes y el asunto se me
hace complejo.
Se me hace complejo si elimino las comparaciones con otros
casos; si no lo hago, entonces lo que me pasa es que me entran sudores y malos
modos. Vivimos en un mundo individual y egoísta en el que cualquiera se agarra
a un clavo ardiendo con tal de asegurarse propiedades y dineros para sí; de
hecho, casi cualquier actividad tiene como principal y único sentido una cuenta
de resultados positiva y nada se deja en el apartado de la bondad ni de la
beneficencia. Ábranse los ojos, mírese alrededor y dedúzcase: los resultados
son apabullantes.
¿Cómo, entonces, podría yo ponerles reparos a aquellos
creadores que ponen sus esfuerzos en pensar y en crear mundos nuevos con los
que hacer reflexionar y soñar a los demás? Y en tantas ocasiones al borde de la
necesidad y hasta del desprecio… ¿Quién les pide a los deportistas, por
ejemplo, que cedan derechos de autor? ¿O a una compañía de afilalápices que
pase sus propiedades y su producción a la comunidad?
Y todo ello en un mundo en el que la escala de valores es la
que es y el aprecio por unas cosas y por otras es el que es.
Gloria, entonces, a cualquiera que nos regale sus
pensamientos, que nos incite con su creación, que nos empuje a pensar y a
cambiar el mundo y a imaginarlo de otra manera, y que nos saque de cualquier
modorra y nos lleve a nuestro mundo personal comprometido. Mejor si lo
conseguimos gratuitamente; paro también aunque sea pagando.
4 comentarios:
Antonio Machado no puede ser: murió en el 39. Por otra parte, me rechina que se hable de "razones" de la muerte, yo diría "causas".
Saludos
Lapsus de Machado por Lorca: los dos... poetas, republicanos, víctimas del fascismo. En fin, perdonemos a Antonio sus pecados.
Y respecto a su entradilla, mucho bacalao queda por cortar: sería extraordinario que también fueran comunales los conciertos, el cine, los restaurantes y los afilalápices.
Quizás el poco valor que se da a los derechos intelectuales tenga su raíz en que no se les pone precio.
Gracias, Dionisio, por tu precisión. Naturalmente que Machado murió en el 39. Conozco bastante bien su biografía y su peregrinaje hasta el exilio y muerte en Colliure, un 22 de febrero del 39. Supongo que la nebulosa de la guerra incivil y la falta de repaso me cegaron la vista. Gracias.
Algo diferente es lo de las "razones". Claro que yo tampoco creo que haya razones para que se produzcan muertes, pero no son mis razones sino las posibles suyas (de unos y de otros). Y ahí ya se nos complica el asunto.
De todos modos, aunque no sé quién eres y no me acostumbro a los anonimatos,gracias de nuevo.
Y los derechos de propiedad intelectual, ¿qué te parecen?
Antonio
Gracias, Jesús, por tus perdones. Has encontrado enseguida un egregio sustituto. Y la lista se haría larga.
Antonio
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