martes, 3 de enero de 2017

EL LIBRE ALBEDRÍO


Se han empeñado en formalizar una asociación cultural-deportivo-gastronómica y lo han conseguido. Hoy firmaremos el acta de constitución al amparo de algún flujo bienoliente y de alguna tarta de manzana. Por si fuera poco, se han empecinado en que yo figure como presidente. Presentaré mi excedencia o mi dimisión en cuanto esté constituida la asociación. Manolo es el urdidor y el muñidor de todo y él sabrá lo que está haciendo; los demás nos dejamos llevar por su entusiasmo.
Lo que más me gusta es el nombre que le vamos a poner: El libre albedrío. Qué bien suena y cuánta capacidad alberga. Así que esta tarde, y para empezar, les va a caer un chorreo en forma de discurso a todos los socios fundadores por parte del presidente, que van a quedar hartos del libre albedrío y del que lo fundó.
Porque esto del libre albedrío tiene mucha sustancia y es tan claro como aquello que cuenta Juan de “pernoctar”: “per” significa dormir, y “noctar” fuera del cuartel. O sea, “pernoctar” igual a dormir fuera del cuartel. Lo mismito que libre albedrío: “libre” significa libre, y “albedrío” albedrío. Si la misma palabra lo dice.
Porque, huy eso del libre albedrío, si yo te contara; eso a algunos nos lo tienen casi prohibido. Sin ir más lejos a las fuerzas de seguridad, a los eclesiásticos, a los padres de familia en familia, a los jefes de recursos humanos cuando seleccionan personal, a los bañistas cuando buscan sitio en la playa, a los alcaldes cuando dictan un bando, a los médicos cuando diagnostican alguna enfermedad, a… Huy esto del libre albedrío; esto no es para personas primarias y elementales, que hay que tener mucha sapiencia y estar sujetos a la claridad de la sabiduría.
Porque, como decía el alguacil de mi pueblo, “¿No estará el ser humano, antes de tomar una decisión, determinado por nada que anule el ejercicio de su libre albedrío?”. Esto me lo dejó a mí dicho muchas veces antes de irse a pregonar por las calles la llegada del sardinero desde Salamanca. Y se marchaba muy pensativo y meditabundo. “¿Y los deseos de la voluntad no serán siempre limitados y sujetos a las pasiones? ¿Entonces dónde anda el libre albedrío?” Esto me lo espetaba cuando volvía por la otra calle, después de su pregón. Entonces bajaba un poco de sus pensamientos y yo, como para serenarlo, le decía: “Esteban, parece que cojeas, ¿qué te pasa?”. Y él respondía: “La humedad, esto va a ser cosa de la humedad”. Yo a veces pensaba que acaso todo aquello era realmente efecto del libre albedrío y de sus consecuencias en las personas más sesudas.
Porque la cosa no quedaba ahí, y por las tardes, cuando ya los bandos casi se habían olvidado, se sentaba en el poyo de la plaza y me seguía dando la tabarra: “¿Se puede querer sin causa?”. “¿Se puede ser absolutamente indiferente ante esas causas para que la voluntad actúe libremente?”. “Y, si no hubiera libre albedrío, ¿dónde estaría la ética?”. “¿Y entonces la culpabilidad, y el arrepentimiento, y la conciencia, y la personalidad, y el juicio moral, y…?”. Y se me quedaba con los brazos en jarras.

Yo entonces le echaba la mano por el hombro al alguacil de mi pueblo y le respondía casi con ternura: “Esteban, yo creo que sí, que esto va a ser de la humedad”. Y nos íbamos a tomar una cerveza con la mirada al suelo y como sacando ideas de las piedras.

1 comentario:

Myriam dijo...

¡¡Excelente idea!!

Feliz proyecto.
Abrazos