lunes, 4 de marzo de 2019

A PIE DE CALLE


                       A PIE DE CALLE
El paso de los días nos lleva hasta el encuentro con las cosas, con todo aquello que sucede porque sí, sin un sentido claro, aunque con causa oculta, pues todo se produce como consecuencia de un sinfín de razones precedentes. Pero ir hasta ellas nos sumiría en el desaliento más profundo y, por ello, las dejamos pasar, las vemos, a veces las miramos, y hasta alguna vez las analizamos por encima. Después el tiempo pasa, que es lo que siempre pasa, y una imagen se va superponiendo a otra, hasta borrarla o dejarla en duermevela, en un sueño del que acaso el recuerdo no la vuelva a despertar jamás.
Es estupendo que los hechos se produzcan en este orden y tantas veces. Es difícil imaginarse con la memoria llena de tantos sucesos negativos, de esos que, si los consideras con atención, te pueden llevar a la desesperación y a pintarte una imagen demasiado negativa del mundo que te rodea. Sin embargo, vaciarla de todo tampoco parece lo mejor, dejar que todo te resbale acaso no es la mejor forma de entender el mundo ni el mejor modo de aportar alguna cosa que busque al menos pequeñas soluciones, perplejidades y asombros ante los que resulte difícil no reaccionar.
De cuantos sean esos hechos que seleccionamos para pensar y reflexionar y del tenor de los que escojamos se desprenderá algún tipo de pensamiento, de comportamiento y de persona. Tal vez no sería demasiado sano andar siempre a la greña con lo que pasa ni creernos que salvaremos el mundo cada día con nuestras aportaciones, pero quizás sí le demos algo de lustre a nuestro mundo particular si pasamos por el cedazo lo que nos toca y nos roza, si intentamos de alguna manera explicar qué es todo eso y cómo lo podríamos mejorar. Lo ideal sería elevarnos desde los acontecimientos particulares hasta los principios universales; pero no podemos pedir peras al olmo. Cada cual sabrá, o no, sacar el jugo correspondiente.
Hoy, como método de actuación, un hecho pequeñito y un panorama que de él se deriva.
Andamos en época de carnaval y de estas fiestas hay anuncios por todas partes. Reproduzco uno que acabo de fotografiar en un panel de calle. Dice así: (Ver arriba).

¿Cuántas faltas ortográficas incorpora? Prefiero no contarlas. Está claro que a estos señores del cartel les atraen más los sabores de las sardinas que las páginas de ortografía. Calculo que incluso, por ello, tendrán más éxito y el bar se llenará hasta los topes. Pues con su pan se lo coman y con su buen vino lo embaúlen. Son las cosas que pasan, como pasan los días y las horas, con sucesos al por menor, con asuntos que parecen no tener mucho sentido, pero que van conformando una vida en colores o en blanco y negro, en sensaciones gruesas o en postales más detalladas. Así, al tran-trán y como que no quiere la cosa.
Ah, y lo del “humor para toda la familia” pertenece a otro cartel más grande pegado debajo, pero creo que se suma a la fiesta y resulta del todo pertinente.
Me quedo con ganas de acercarme hasta Gilbuena con el cartelito y pedir en sardinas asadas y vino la recompensa por ponerles la cara colorada.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Los sucesos suceden, eso es vida. Incorporémonos a ella!