A PIE DE CALLE
El paso de los días nos lleva
hasta el encuentro con las cosas, con todo aquello que sucede porque sí, sin un
sentido claro, aunque con causa oculta, pues todo se produce como consecuencia
de un sinfín de razones precedentes. Pero ir hasta ellas nos sumiría en el
desaliento más profundo y, por ello, las dejamos pasar, las vemos, a veces las
miramos, y hasta alguna vez las analizamos por encima. Después el tiempo pasa,
que es lo que siempre pasa, y una imagen se va superponiendo a otra, hasta
borrarla o dejarla en duermevela, en un sueño del que acaso el recuerdo no la
vuelva a despertar jamás.
Es estupendo que los hechos se
produzcan en este orden y tantas veces. Es difícil imaginarse con la memoria
llena de tantos sucesos negativos, de esos que, si los consideras con atención,
te pueden llevar a la desesperación y a pintarte una imagen demasiado negativa
del mundo que te rodea. Sin embargo, vaciarla de todo tampoco parece lo mejor,
dejar que todo te resbale acaso no es la mejor forma de entender el mundo ni el
mejor modo de aportar alguna cosa que busque al menos pequeñas soluciones,
perplejidades y asombros ante los que resulte difícil no reaccionar.
De cuantos sean esos hechos que
seleccionamos para pensar y reflexionar y del tenor de los que escojamos se
desprenderá algún tipo de pensamiento, de comportamiento y de persona. Tal vez
no sería demasiado sano andar siempre a la greña con lo que pasa ni creernos
que salvaremos el mundo cada día con nuestras aportaciones, pero quizás sí le
demos algo de lustre a nuestro mundo particular si pasamos por el cedazo lo que
nos toca y nos roza, si intentamos de alguna manera explicar qué es todo eso y
cómo lo podríamos mejorar. Lo ideal sería elevarnos desde los acontecimientos
particulares hasta los principios universales; pero no podemos pedir peras al
olmo. Cada cual sabrá, o no, sacar el jugo correspondiente.
Hoy, como método de actuación, un
hecho pequeñito y un panorama que de él se deriva.
Andamos en época de carnaval y de
estas fiestas hay anuncios por todas partes. Reproduzco uno que acabo de
fotografiar en un panel de calle. Dice así: (Ver arriba).
¿Cuántas
faltas ortográficas incorpora? Prefiero no contarlas. Está claro que a estos
señores del cartel les atraen más los sabores de las sardinas que las páginas
de ortografía. Calculo que incluso, por ello, tendrán más éxito y el bar se
llenará hasta los topes. Pues con su pan se lo coman y con su buen vino lo
embaúlen. Son las cosas que pasan, como pasan los días y las horas, con sucesos
al por menor, con asuntos que parecen no tener mucho sentido, pero que van
conformando una vida en colores o en blanco y negro, en sensaciones gruesas o
en postales más detalladas. Así, al tran-trán y como que no quiere la cosa.
Ah, y lo del
“humor para toda la familia” pertenece a otro cartel más grande pegado debajo,
pero creo que se suma a la fiesta y resulta del todo pertinente.
Me quedo con
ganas de acercarme hasta Gilbuena con el cartelito y pedir en sardinas asadas y
vino la recompensa por ponerles la cara colorada.
1 comentario:
Los sucesos suceden, eso es vida. Incorporémonos a ella!
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