“¿Es que no puedes dejarlo correr, darte por vencida y estarte quieta
de una vez? ¿Por qué no descansas, ahora que ya sabes de qué se trata en este
mundo, ahora que ya te has enterado de que no se trata de nada?” Djuna
Barnes en su obra El bosque de la noche.
“Que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento, que el
pensamiento es estar siempre de paso” De una canción de Luis Eduardo Aute.
Son dos citas aparentemente
contrapuestas que incitan a actitudes diferentes. ¿Cuál de las dos estará en lo
cierto? Tal vez las dos, o acaso ninguna.
La primera parece representar el
final de un proceso y señala una conclusión negativa y desesperanzada: “Ya te
has enterado de que no se trata de nada”. Después de indagar, de ilusionarte,
de moverte en el mundo de la curiosidad, todo te lleva a la convicción de que
no hay más cera que la que arde. ¿Y qué haces entonces? ¿Te das un baño de
realidad? ¿Te sumerges en el abandono? ¿Te dejas llevar? ¿Actúas sobre lo que hay
y te olvidas de otros procesos mentales? ¿Rompes la baraja y dejas de engañarte con ilusiones y deseos inútiles? Ufff
Ya se ve que no se trata de esquivar
la realidad ni la indagación mental; se trata más bien de algo más complicado
como es la comprobación de que, después de los esfuerzos no se llega a ninguna
solución satisfactoria, o al menos esperanzada.
La segunda cita anima a no
dejarse aburguesar ni complacer con cualquier conquista mental; es una invitación
a estar siempre alerta, a cuestionarse todo y siempre, a andar con la mosca
detrás de la oreja, incluso con aquellas ideas y pensamientos que nos parezcan más
asentados y claros, y a no cejar en el empeño de llegar algo más lejos y de
descubrir alguna cosa más que nos haga la vida más racional y positiva.
Supongo que todos pasamos por
etapas en las que predomina una de estas dos consideraciones, en las que los
valles y montañas se alternan y en las que las ondulaciones marcan la
continuidad de nuestros días. Es ese camino inevitable de caerse y levantarse,
de reír y de llorar según el caso y de reconocernos volubles y desiguales.
Claro que sería mejor instalarse
en el ánimo de un pensamiento siempre alerta y animoso, dispuesto a pegarse con
la realidad racionalmente, aunque se lleve palos por todas partes, en guardia
para cuestionarse absolutamente todo y para hacer de la vida una revelación
continua. Pero no quisiera despreciar tampoco la primera consideración, aunque
solo sea por real y por lo que significa, sobre todo si es el final de un
proceso de razonamiento.
Tal vez un poco de todo no
condimente mal, una brisa de aire y un reposo a la sombra, una curiosidad
continua y un baño de realidad de vez en cuando.
Al fin y al cabo, se trata, en el
fondo, de dos momentos de un proceso en el que la razón trabaja y deduce, actúa
y se ilusiona, confirma y se desanima…
Estaba pensando en procesos de
razón, no en vidas que no la cultivan en ningún sentido y que hasta animan a
los demás a no complicarse con ideas raras y a dejarse de meter en berenjenales
mentales. De esas no me acordaba ahora. O tal vez sí, pero para otra cosa.
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