lunes, 25 de marzo de 2019

SÍNTOMAS ACUSADORES



Las enfermedades suelen dar algún aviso antes de mostrarse en toda su crudeza. Por eso los síntomas adquieren importancia no tanto por sí mismos como por lo que encierran y anuncian. Con las palabras sucede otro tanto: nos delatan y valen no solo lo que significan sino lo que dejan intuir. A ellas voy.
Hechos: Palabras de Oriola, jugador de baloncesto del Barcelona: “Soy muy culé, pero antes que culé, soy antimadridista”. Ejemplos como este se repiten por doquier y a diario; este es solo uno más y nos sirve de pretexto para la breve reflexión. Véase qué sucede entre partidos políticos, y mucho más en época de elecciones.
Pero dejemos hoy las elecciones y quedémonos en el ámbito deportivo. No parece el contexto más tranquilo y racional. En este terreno, la pasión se desborda demasiadas veces y jibariza el poder y la influencia de la razón. No sé cuántos espectáculos muestran mejor el descontrol y la exageración que un partido de fútbol con miles de espectadores vociferando. Y, si se les azuza, como hace este jugador, la presa puede reventar por cualquier sitio.
Eliminar las pasiones del todo es sencillamente olvidar que el ser humano las posee y no puede vivir intensamente sin ellas. Situarlas por encima de la razón supone desentenderse de la capacidad que nos convierte en seres inteligentes y que nos pone un eslabón por encima de los animales.
Si seguimos en el mundo del deporte, afirmaciones como la del susodicho jugador no solo priorizan la pasión sobre la razón, sino que añaden un peldaño más que no resulta precisamente muy inocente ni inocuo. ¿Cómo se pude ser antes algo contra que a favor? ¿Cómo se puede desear antes el mal ajeno que el bien propio? ¿No es esta la semilla del odio? ¿No se trata de una muy grave enfermedad? ¿Qué comunidad puede resultar de seres que se muevan más a la contra que a favor de algo? ¿Qué complejo de inferioridad implica esta postura? ¿Qué beneficio se puede sacar de desear mal a los demás?
Supongo que se puede intentar quitar hierro al asunto diciendo que se trata tan solo de deporte y que un poco de rivalidad anima el rato. Pues no le veo yo esta gracia por ninguna parte. El personaje es público y ejerce una influencia grande. Este tipo de manifestaciones no son flor de un calentón sino producto de una escala de valores que se ha ido incubando poco a poco. Las consecuencias alcanzan otros ámbitos de la vida y del quehacer diario, pues se traslada el patrón a la política, a la religión y hasta al clima que tenemos. Me gustaría conocer de manos de un sociólogo sensato cuánta influencia ejercen estos hechos que comento en posiciones políticas. Déjenme que sospeche que mucha. Y solo hemos abierto la ventana del mundo deportivo…
Si alzamos la vista y ampliamos el panorama, la imagen y el razonamiento no cambian en mi mente. ¿Cómo se puede vivir a la contra y anteponiendo el odio al amor? Solo es posible en una comunidad enferma, muy enferma.
Por cierto, vi una parte del partido de baloncesto Madrid Barcelona el domingo. Creo que fue mejor el Barcelona y ganó justamente. Otra vez será.

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