Echarse al monte, literalmente y
sin metáforas, a mediados de marzo, en estas tierras altas y con estos
ambientes climáticos tan posmodernos es como dejarse enredar en aromas de nueva
vida y de anuncio de incipiente primavera. Es verdad que las curvas térmicas
son altas y que la noche sigue dejando huella hasta ya entrada la mañana. Pero
es que tiene su derecho y aún estamos en territorio del invierno.
Por eso es bueno no pensárselo y
dejarse llevar por lo que traiga el cielo. Y el cielo trae el sol, que ya
levanta y forma arco más amplio a poco que te descuides y descubre lo limpio de
los campos y aclara hitos y alegra con su luz cualquier ambiente. En la ladera
norte de estas sierras, allí donde más se refugia la sombra, ya se halla todo
presto a recibir la vida y a hacer nacer en todo la fuerza de la naturaleza. El
Regajo se viste con flores de los prunos, con flores todavía tímidas y miedosas
por temor a la helada. Son las flores que invitan a todos los demás árboles a
dejarse llevar por los vagidos de la anunciada primavera. Puedes mirar con mimo
a cualquier parte. Verás que los llorones ya muestran brotes verdes hasta
haberse vestido totalmente de ellos, o las mimosas enseñan descaradas sus
amarillos, y hasta las prímulas empiezan a alzarse del suelo y a levantar
cabeza en cualquier parte. También verás castaños de indias rompiendo aguas en
sus abultadas yemas o fresnos ya cuajados en sus anuncios verdes. Detente y
mira un poco el blanco del espino y sentirás que todo es ya presagio del poder
que ha de mostrar muy pronto el tiempo de dominio de la naturaleza.
Cada árbol tiene su gestación y
su tiempo para asomarse a la vida, pero los primeros ya siguen el ejemplo de
los almendros mensajeros y el campo ofrece una mezcla de soldados desnudos,
centinelas perennes del invierno, y jóvenes que salen a conocer la luz y la
armonía.
Si caminas con tino y te dejas
rodear por el silencio, te encontrarás de pronto con esa sinfonía gratuita que
te ofrecen los pájaros desde buena mañana, en el cielo abierto e infinito en
que se mueven. Escucha a la paloma y a la tórtola, mira cómo se despereza el
estornino o cómo afina el pardal su melodía.
No dejes de pararte en cada
fuente y bebe, echa un trago de agua bien fresquita y déjala que ruede libre
por tu cuerpo y que te conforme. No olvides que eres antes que nada agua y que
la naturaleza te la ofrece pura y gratuita. Y siéntete conforme y agradecido
siempre, venera las virtudes de las fuentes y hazlas que sean sagradas. Mira
correr sin pausa los regatos, a pesar de que aprieta la sequía. Canta un canto
con ellos que sea de acción de gracias por todo lo que te es regalado.
Y camina sin rumbo, que no hay
prisa y la conciencia debe tomar asiento algún ratito para que piense el
sentimiento y sienta el pensamiento, y así seguir con fuerzas el sendero
confuso de la vida, hasta llegar exhausto, pero alegre, al encuentro final con
el abrazo de la naturaleza.
1 comentario:
Ya comienza a hacer mella la primavera en tu corazón.
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