Un amigo me manda un par de fotos en las que
se da noticia de dos manifestaciones juveniles. La primera dibuja una calle
repleta de gente joven protestando contra la situación climática y todo lo que
comporta y acarrea. La segunda da muestra de un espacio repleto de desperdicios
tras un botellón también de gente joven. Una contradicción absoluta y lamentable.
¿Qué conclusiones podemos extraer
de ello? ¿También de tipo contradictorio? Pues posiblemente. Alguien tiene que
empezar a poner pie en pared para gritar que esto no puede continuar así. A mí
me gusta que sea parte de la gente más joven la que salga a la calle a gritar:
ellos son la generación que va a heredar este planeta, y no parece que en las
mejores condiciones para vivir.
Algunos datos asustan. Y los
datos se pueden interpretar, claro, pero primero hay que describirlos y nuca
esconderlos. Queremos soplar y sorber, sin darnos cuenta de que esto todavía no
se ha inventado y no hay perspectivas de que se vaya a conseguir alguna vez. El
planeta se nos queda pequeño ya y alguien ha calculado que, si seguimos con
este ritmo de crecimiento, no muy tarde ya solo cabremos unos junto a otros y
de pie. Vaya panorama. Pero es que la temperatura crece a ojos vista (que se lo
digan a la nieve este año), los casquetes polares se derriten (a pesar de lo
que diga el primo de Rajoy, que vaya la que le ha caído encima al buen hombre),
falta agua por doquier, no queremos la energía nuclear (yo tampoco), pero nos
quedamos de fiesta por la noche hasta las tantas gastando luz, muchas especies
animales corren peligro de desaparecer, los protocolos internacionales apenas
se cumplen, queremos ir todos conduciendo nuestro propio coche… Y no se puede
estar todo el tiempo diciendo que nos quedan pocas posibilidades de revertir la
situación porque el lobo alguna vez llegará de verdad.
Tal vez alguna solución, por
pequeña que parezca y sea, tenga que ver con el ámbito pequeñito en el que cada
uno se mueve, porque las ideas generales parece que nos quedan muy lejos y nos
hieren sin saber muy bien cómo actuar ante ellas.
De modo que, a estos jóvenes y a
todos los demás habrá que recordarles que una cosa es predicar y otra distinta
dar trigo, y que no se puede repicar y andar en la procesión.
Mientras, muchos aspirantes a
legisladores andan preocupados por un quítame allá esas pajas y se afanan en
descalificar a los contrincantes como si en ello les fuera la vida.
No deja de ser otro botellón más.
Pero de consecuencias desastrosas.
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