sábado, 23 de marzo de 2019

DE BOTELLÓN EN BOTELLÓN



 Un amigo me manda un par de fotos en las que se da noticia de dos manifestaciones juveniles. La primera dibuja una calle repleta de gente joven protestando contra la situación climática y todo lo que comporta y acarrea. La segunda da muestra de un espacio repleto de desperdicios tras un botellón también de gente joven. Una contradicción absoluta y lamentable.
¿Qué conclusiones podemos extraer de ello? ¿También de tipo contradictorio? Pues posiblemente. Alguien tiene que empezar a poner pie en pared para gritar que esto no puede continuar así. A mí me gusta que sea parte de la gente más joven la que salga a la calle a gritar: ellos son la generación que va a heredar este planeta, y no parece que en las mejores condiciones para vivir.
Algunos datos asustan. Y los datos se pueden interpretar, claro, pero primero hay que describirlos y nuca esconderlos. Queremos soplar y sorber, sin darnos cuenta de que esto todavía no se ha inventado y no hay perspectivas de que se vaya a conseguir alguna vez. El planeta se nos queda pequeño ya y alguien ha calculado que, si seguimos con este ritmo de crecimiento, no muy tarde ya solo cabremos unos junto a otros y de pie. Vaya panorama. Pero es que la temperatura crece a ojos vista (que se lo digan a la nieve este año), los casquetes polares se derriten (a pesar de lo que diga el primo de Rajoy, que vaya la que le ha caído encima al buen hombre), falta agua por doquier, no queremos la energía nuclear (yo tampoco), pero nos quedamos de fiesta por la noche hasta las tantas gastando luz, muchas especies animales corren peligro de desaparecer, los protocolos internacionales apenas se cumplen, queremos ir todos conduciendo nuestro propio coche… Y no se puede estar todo el tiempo diciendo que nos quedan pocas posibilidades de revertir la situación porque el lobo alguna vez llegará de verdad.
Tal vez alguna solución, por pequeña que parezca y sea, tenga que ver con el ámbito pequeñito en el que cada uno se mueve, porque las ideas generales parece que nos quedan muy lejos y nos hieren sin saber muy bien cómo actuar ante ellas.
De modo que, a estos jóvenes y a todos los demás habrá que recordarles que una cosa es predicar y otra distinta dar trigo, y que no se puede repicar y andar en la procesión.
Mientras, muchos aspirantes a legisladores andan preocupados por un quítame allá esas pajas y se afanan en descalificar a los contrincantes como si en ello les fuera la vida.
No deja de ser otro botellón más. Pero de consecuencias desastrosas.

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