NIETZSCHE PREDICA OTRO NUEVO TESTAMENTO
Era la
oscuridad, era el abismo,
el reino de la
noche por la ausencia
del soplo
transparente de la luz,
cuando todo
invitaba al pesimismo,
a hacer
certificado en Schopenhauer
de la muerte
de Dios y de su reino.
Y entonces,
los dolores, las angustias,
la nada en la
mitad del horizonte.
Del fondo misterioso
del abismo,
una voz honda
gritó contra el
desánimo en la niebla:
“Hay que cambiar
de rumbo, ir hacia el norte,
en busca del
triunfo ante esa muerte,
creando un ser
humano que comporte
valores de
nobleza más rotunda,
que no resigne
a nadie y que convierta
a todos en
eternos superhombres.
La verdad no
es verdad sino tan solo
juicio,
interpretación, valor y fuerza
que ha de
hacer más entero a quien la llame.
Buscad, vivid,
cread vosotros mismos,
sed audaces,
vitales, nuevos hombres.”
Era Nietzsche gritando
su evangelio
por las
calles, las plazas, los caminos,
anunciando la
luz de un nuevo mundo
humano, personal,
brillante, claro, .
Su voz sigue
escuchándose en los ecos
del viento y
de las olas, mientras Nietzsche
se pierde
entre la luz de su locura.
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