HENRI BERGSON SE PELLIZCA BUSCANDO EL ÉLAN VITAL
Oía Henri Bergson, desconcertado,
la cadencia de todos los relojes,
siempre al ritmo monótono y
seguro,
abstracto y descuidado,
diríase que homogéneo y objetivo,
como parque científico
explorando principios y razones.
Otro flujo de fuerza más potente,
que duele y vivifica hasta el
recuerdo
y empuja sin descanso hacia el
futuro,
le circula sin freno por las
venas.
Le duele la intuición, que no
descansa,
que unifica las cosas con el ojo
del que alza la mirada sobre
ellas
y hace suyo el conjunto y no las
partes,
sin importarle causas ni motivos.
Por cómo es esa fuerza se
pregunta,
raíz y núcleo exacto de la vida,
fuerza descontrolada y pasional
que impulsa a la materia y la
conduce
hacia otras nuevas formas, a
otras vidas
distintas, frescas, fuertes,
primitivas.
Henri Bergson convoca a los
relojes
a una nueva misión reveladora,
les inyecta un buen chute
de élan vital en vena y desde
entonces
bailan todos un baile sin
sentido,
mientras cantan las horas y los
días.
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