BÉJAR, LA CIUDAD DE LOS LIBROS
Estos largos días de restricciones y de estancia obligada en casa dan
para realizar muchas tareas que teníamos algo olvidadas o que practicábamos con
menor frecuencia. Ahí están las comidas, las limpiezas a fondo, todo aquello
pendiente a lo que no le dábamos fin…
Siempre he dicho que, si se pone algún ejemplo personal, debe hacerse
como catapulta para un pensamiento más amplio que afecte a los demás. Si no es
así, se trata de simple apariencia y pasarela. No me gustan ni las exhibiciones
que reciben aplausos sin justificar ni las poses que no sobrepasan el nivel de
la pura descripción. Y hay tantas en las redes. Incluso entre gente cultivada.
El mundo no soy yo solo, aunque debo interpretarlo desde mi visión. En fin,
vamos al ejemplo y a la idea de la que quiere ser soporte.
Mi casa está llena de libros. Los hay por todas partes. Mi cochera
guarda también un número elevado de ellos. Esta mañana la hemos dedicado a
limpiar concienzudamente una habitación y, al hacerlo, han pasado ante mi vista
libros y más libros. Una buena parte de ellos tiene que ver con Béjar, esta
ciudad estrecha en la que vivo. Guardo una buena colección y pienso que acaso
estarían mejor en otro lugar, en algún sitio público, a la vista de todo aquel
que se sintiera interesado en su conocimiento y, sobre todo, en su lectura.
Me preocupan dos aspectos
distintos de la situación actual. La primera puede parecer inocua, pero no lo
es. Se trata del peso y del espacio que ocupan los libros. Tal vez para
demostrar que el saber sí ocupa lugar, vaya que si ocupa lugar y también está
sujeto a las leyes de resistencia de materiales. La segunda es el acceso a los
mismos, que queda restringido a mí mismo y a mis más allegados. Y es que, como
aquello de la luz y el celemín bíblicos, tampoco los libros se han escrito y
editado para que duerman en la oscuridad de alguna estantería particular.
Dejaré otros dos apuntes pensando en los espacios más generales y en el
tiempo futuro.
Uno se refiere al orgullo que esta pequeña ciudad, aunque estrecha,
tiene que sentir por la enorme cantidad de textos impresos que tienen como
autores a vecinos de ella misma o hacen referencia a cualquiera de sus
aspectos, aunque hayan sido escritos por autores no bejaranos. Béjar puede ser
llamada, sin demasiada exageración, la ciudad de los libros. Este sí que debería
ser un timbre de gloria y hasta aspirar a ser declarado de interés turístico no
sé cuántos. Me refiero a los libros escritos. No sé si se puede decir lo mismo
en cuanto a los libros leídos.
El otro piensa en la exposición de estos libros. ¿Qué lugar mejor que las
diversas bibliotecas, sobre todo la biblioteca pública municipal? Se me argüirá
que existen en la misma bastantes libros de tema o autor bejaranos. Pues me
gustaría que estuvieran todos, los escritos y los editados. TODOS. Y que
estuvieran bien a la vista de los posibles lectores, con algún elemento
publicitario que animara a su lectura: anuncios, lecturas, charlas.... No tengo
la mejor experiencia ni personal ni colectiva al respecto. Tal vez es que no me
entero del todo. Será eso. Y el caso es que creo que soy un asiduo usuario de
la biblioteca.
En fin, que el repaso a parte de mi biblioteca me ha servido para
considerar los usos futuros que le puedo dar, la estima que me merece la
situación de las bibliotecas en Béjar, la extraordinaria producción de libros de
autores y temas bejaranos, de muy desigual calidad, por supuesto, y el grado de
lectura que observo. No es poco.
Después de 67 días. Ánimo.
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