En estos largos tiempos de pandemia, me gusta llegar al final de la
comida y de la recogida de mesa con las ganas de dormir un poco lejos de las
primeras noticias de desgracias y de disgustos. Cuando, unos minutos más tarde,
abro el ojo, las noticias suelen tocar a su fin. Entre estas y las del tiempo,
se cuelan algunos anuncios. Uno de los que se repite casi a diario es el de
Máster Chef. Hoy veía que lo anunciaban dos señoras que simbolizan lo más cutre
y retrógrado que uno se pueda imaginar. ¿Serán las nuevas presentadoras, o
conductoras, como se dice ahora? Antes lo veía en manos de dos señores y una
señora que eran, o son, cocineros y algo al menos entenderán del asunto. Ahora
ya ni eso, hala, sin pudor siquiera. Ya se ve cómo apunta la escala de valores.
Pero no es esto lo que más me llama la atención. Lo que me saca de mis
cabales es que tanto estas como los otros se regodean en la riña a los
concursantes, en los insultos y en los desprecios. Pero, ¿cómo se puede tratar
así en público a una persona? ¡Ni en televisión ni en ningún otro lugar! He
visto en algún otro anuncio del mismo programa cómo algún concursante lloraba
después de algún desprecio o algún reproche público.
Pues no es el único programa en el que sucede esto. Hay un señor sobrado
de carnes y no muy agraciado que dirige o dirigía otro programa de cocina que
también se anunciaba a base de voces, reproches y enfados. Parece que corremos
el peligro de que esta manera de actuar también se nos convierta en pandemia. Y
ya tenemos bastante con la que se nos ha venido encima.
¿Por qué fomentar los malos modos y la falta de educación, en lugar de
la rectitud y los buenos modales como mejor manera de mejorar las cosas? ¿Es
que la realidad, si no se altera y se magnifica artificialmente no es realidad?
Pues de aquellos polvos vienen muchos de estos lodos. El poder de la
televisión es inmenso y crea modelos de comportamiento que, estos sí, se
propagan más que el virus. Estos sí que pueden hacer pandemia, a favor o en
contra. No tengo tan claro que la influencia de estos modelos sea menor que la
que ejercen nuestros políticos en el Congreso o en el Senado con sus trifulcas.
El último paso es el más desesperanzador. Si hubiera un grupo reducido
de personas con esa actitud, en forma pasiva o activa, la curva de la pandemia
la tendríamos dominada. Pero es que son multitud. En el mismo anuncio de este
mediodía se afirmaba que el programa contaba con más de tres millones de
seguidores.
Ya me contarán cómo se dobla la curva de esta pandemia. Con la del
coronavirus tenemos que meternos en casa. Con estas otras de los malos modos
acaso habría que salir al aire libre y huir de la caja tonta. Pero son contradictorias
y uno no sabe de cuál resguardarse más. Por si fuera poco, con la del virus
tenemos más tiempo para practicar los guisos. Si lo supiéramos hacer con algo
de educación, tal vez mataríamos dos pájaros de un tiro. No sé si no nos está
saliendo el tiro por la culata.
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