LA FELICIDAD. ¿QUÉ FELICIDAD?
Es rara la vez que me despido de mi nieta Sara sin recordarle que tiene
una obligación que cumplir: ser feliz. Ella me mira como asegurándome que bien
lo sabe y que acaso soy un poco cansino. Creo que lo va a recordar para
siempre, como un principio fundamental de comportamiento en la vida. Seguiré
siendo cansino siempre que pueda.
Al fin y al cabo, si lo dijera yo,
se me podría tachar; / mas lo dice el filósofo…
En efecto, el asunto fundamental de la obra de Aristóteles Ética Nicomáquea es el de la felicidad,
el de la vida buena para el ser humano. Esta obra es posiblemente la que, en
este aspecto del comportamiento, más ha influido a lo largo de la historia del
pensamiento.
Hace pocos años pasé por Estagira, su lugar de nacimiento. Iba con un
amigo camino de Athos. El autobús apenas paró un momento mientras subía un
viajero. Sentí una sensación muy extraña al pensar que estaba en una calle del
pueblo de uno de los grandes pensadores de la cultura occidental: la reflexión
occidental está llena de digresiones y análisis de sus obras.
En nuestros días, muchos de los filósofos son en realidad analistas de ética,
esa disciplina que escudriña los comportamientos humanos y las escalas de
valores que dan lugar a ellos. Se trata, más bien, de una ética aplicada al
deber y a la justicia; son también algo así como guías de políticos. Y bien harían
los políticos si al menos les escucharan antes de tomar decisiones y de actuar.
Pues, en esa ética original, afirma Aristóteles que el fin último de la
vida humana es la felicidad. Pero es necesario entender en qué consiste ese fin
último y cómo se puede ascender hasta él. Afirma el filósofo que hay tres
maneras de vivir esa felicidad: la vida voluptuosa, la vida política y la vida
contemplativa.
Es fácil entender que enseguida elimina la vida voluptuosa, por alejada
de la virtud y por estar asentada solo en el instinto. Es la que compartiríamos
con los demás animales. La ética política debería perseguir el ejercicio de las
virtudes en el ámbito de la convivencia. La ética contemplativa busca la
contemplación desinteresada de la verdad a través de la filosofía y de la
ciencia.
Destaca Aristóteles dos características que ha de cumplir la felicidad:
tiene que ser un fin último (no se busca como medio para ninguna otra cosa) y
tiene un carácter autosuficiente (el que la posee no echa en falta nada más). Por
eso esta definición de felicidad: “El
bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y, si las
virtudes son varias, de acuerdo con la mejor y más perfecta, y, además, en una
vida entera”.
El filósofo, a pesar de no descartar la acción política, porque el hombre contemplativo necesita del
bienestar externo, se decanta por la vida contemplativa como mejor forma de
vivir la felicidad. La mente y la sabiduría son los instrumentos para llegar al
conocimiento más exacto de las cosas y, desde él, contemplar la verdad y la
belleza.
Andaba yo en estos devaneos al tiempo que me entero de que grupos de
personas se manifiestan por las calles, en plena pandemia, pregonando una
libertad que me parece no lejos sino en el otro extremo de la inteligencia y de
la sabiduría. Y, por supuesto, lejos de la ética y de la felicidad. Será que mi
inteligencia no llega. O acaso es la suya. Quién sabe.
64 días después. Ánimo.
2 comentarios:
Mira buscar la felicidad en la política no creo que sea posible en estos tiempos, y menos, con los políticos que tenemos, que han hecho de la política una profesión y no un servicio al pueblo. La felicidad para mi consiste en estar en paz consigo mismo y después intentar que los demás lo comprendan.
Si lo dijera yo...
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