Pasará la pandemia -ojalá
lo haga pronto y el virus se olvide de nosotros- pero habrá permanencia de
ciertos tipos que son más resistentes al cambio hacia la sensatez. Estoy
pensando, claro, en los imbéciles. Tendré que repetir que la palabra imbécil
significa falto de báculo, es decir, de apoyo, en este caso, apoyo mental.
Hace nada indicaba que la
injusticia explicaba-no que justificaba- la venganza de Azarías contra el
señorito en la película Los santos
inocentes. Espero no incurrir en contradicción al señalar como imbéciles a
estos nuevos aficionados al derribo de estatuas.
Las creaciones artísticas
-también las esculturas- responden a muy diversas causas, no todas confesables.
Pero todas incorporan el elemento de creación y de arte. Cuando pasa el tiempo,
vienen a convertirse en una imagen visible y en un resumen de lo que en otro
tiempo sucedió. Si uno visita el museo del Prado y contempla retratos de la
realeza, no los descuelga de las paredes ni los quema, por mucho que
representen situaciones de injusticia y de desigualdad social evidentes. Un
buen visitante debería sumar las consideraciones artísticas a las de tipo
social; así la visión sería más completa. Yo trato de hacerlo. Para mí
representan toda una lección no solo de arte, sino también de sociología, de
política, de religión…. La consecuencia es que no solo no quiero que se
eliminen, sino que aplaudo que se conserven y que se expongan.
Hay, además, una ley
elemental que no puede olvidarse. Es esta: Todo tiene que ser interpretado
teniendo en cuenta el contexto histórico en el que se produjo. Lo contrario solo
nos lleva al fracaso y a la ignorancia. Si acaso, salvaría casos muy
excepcionales, por el dolor que puedan producir en el presente, tal vez por su
proximidad en el tiempo. Y, aun así, tendría razones para templar gaitas. Voy a
meter el dedo en la llaga con un ejemplo reciente. Me gustaría que se me
entendiera bien. Retirar los restos del dictador Franco del Valle de los Caídos
me parece un acto de estricta justicia, sobre todo por el carácter laudatorio
que su permanencia en aquel lugar suponía. Entonces, bien hecho está. Pero no
es difícil imaginar que la consideración de su significado negativo, ante sus
restos, hecha por una mente sensata y razonable, adquiriría una fuerza mayor
que leída en un documento. Para que observemos cómo, hasta en casos extremos,
es bueno contar hasta tres antes de dar rienda suelta a los impulsos.
Pues ahora dejemos correr
el tiempo y tomemos perspectiva. Los romanos, los egipcios, el imperio español
en América, los otros imperios de cualquier tipo, las guerras, los dictadores,
los genocidas, las guerras de religión… Mejor dejar en suspenso la lista para
no horrorizarnos. Toda la Historia, vista desde el presente -y tal vez desde
otra perspectiva cualquiera- resulta descorazonadora. Y no contemplarla en su
contexto es lo mismo que falsificarla. Algo que no implica, por supuesto, que
lo que a mí me interesa de la Historia es aquello que puedo transportar como
enseñanza a mi presente.
Pues ahora llegan los
derribadores de estatuas y emplean todas sus energías instintivas en
derribarlas, en pintarlas de cualquier color que las envilezca. Coño, si ahí
puestas también nos recuerdan sus felonías y sus abusos, sus injusticias y sus
atropellos. Y lo hacen cada vez que las veamos. Sobre todo, si no somos
imbéciles y nos apoyamos en la razón y en el sentido común.
Cuando llegan con sus
zarpas los que derriban lo que no es de su lugar y ensalzan cualquier cosa del
terruño (¡ay los nacionalismos!) o incluso tergiversan los datos históricos (tal
vez por no dedicar esfuerzo en conocerlos), entonces todo se complica y, para
lo que nos ocupa, nos echamos a andar en un camino iconoclasta que sabemos cómo
empieza y tal vez adivinamos lo mal que puede acabar. Colón, Cervantes, fray Junípero
Serra… Qué barbaridad, cuánta estulticia, qué provincianismo tan estrecho…, cuánto
imbécil.
Béjar quiso ser una
ciudad de esculturas. Voy a proponer que se destruyan todas las que reproducen
animales. Por degradarlos de seres vivos a seres minerales. Hala.
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