viernes, 12 de junio de 2020

LA MISIÓN DE LAS PALABRAS


LA MISIÓN DE LAS PALABRAS         
Escribía Albert Camus en uno de sus cuadernos lo siguiente: “Me gustan más los hombres comprometidos que las literaturas comprometidas. Coraje en la vida y talento en la obra: esto no está tan mal. Y, además, el escritor está comprometido cuando lo quiere. Su mérito es su movimiento. Y si esto debe convertirse en ley, oficio o terror ¿dónde está el mérito justamente?
Parece que escribir hoy un poema sobre la primavera sería servir al capitalismo. Yo no soy poeta, pero me regocijaría, sin reticencia, de semejante obra, si fuese bella. Se sirve al hombre todo entero o no. Y si el hombre tiene necesidad de pan y de justicia, y hay que hacer lo que sea necesario para satisfacer esa necesidad, él tiene apetencia también de la belleza pura, por ser el pan de su corazón. Lo demás no es serio… Sí, yo los desearía menos comprometidos en sus obras y un poco más en su vida diaria”.

En medio de todo este proceso doloroso, se acentúan las preguntas acerca de lo que cada cual puede aportar para el alivio propio y de los demás. Digo que se acentúan porque están ahí siempre latiendo y dando golpes en la conciencia. Ha habido y hay tanta gente en primera línea de fuego, que siente uno como impotencia y un poco de vergüenza por no echar una mano.

Desde el primer día me impuse el compromiso de escribir una página en prosa o en verso que me sirviera de reflexión y tal vez también cayera en manos de alguien a quien también le sugiriera alguna idea personal. No sé si lo habré conseguido en alguien más que en mí mismo. Como la costumbre de juntar palabras y de hacer algo que se debe parecer al menos a eso que se llama creación viene de lejos, también me planteé el tono y el sesgo que debía dar a mis aportaciones. Siempre pensando en mí mismo primero y después en los demás. El dilema no es nuevo, en absoluto, es recurrente en la reflexión acerca de la creación. Por eso, la resolución y el resultado surgieron enseguida. No hay dicotomía cuando el que escribe no se engaña a sí mismo, cuando corren paralelas las palabras y el comportamiento en la vida. No hay literatura comprometida por sí sola, es el ser humano el que compromete a la literatura.

Por eso creo que son sabias las aspiraciones que llevan al coraje en la vida y talento en la obra. Porque el hombre tiene necesidad de pan y de justicia (…), tiene apetencia también de la belleza pura, por ser el pan de su corazón. Las palabras tienen la misión de despertar conciencias y sensibilidades.

Y ahí sencillamente hemos estado, con un grano tan solo en medio de una playa inmensa de arenas negras. Seguramente como habrá que seguir estando siempre, a lo largo del camino que nos vea andar hacia el horizonte.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Y con la gratificante sensación de haber aportado algo... Hay personas que siempre aportan, y tú eres una de ellas.