EUROPAS
Hoy estiro el vuelo y me
pierdo mirando de reojo hacia esta parte del planeta que llamamos Europa. Tengo
un pretexto hermoso para extender las alas e incluso para soñar. Casi como si
yo también anduviera a lomos de Marfileño por un rato. El pretexto es el de la
respuesta a la pandemia y a sus consecuencias económicas y sociales.
Acaso porque todo hijo de
vecino se ha visto afectado, se intuye una reacción común en Europa. Habrá que
ver cómo se concreta en euros y en otras disposiciones menos pecuniarias. El
proceso de construcción de la Comunidad Europea es largo y anda a medio hacer,
incluso con peligro de fracasar en el intento.
La entrada en el club
responde a intereses muy distintos para cada país. Así los ven Anna Bosch y Pablo
R. Suanzes, dos avezados periodistas, muy buenos conocedores de sus entresijos.
De ellos tomo unos párrafos: “Hemos dado
por supuesta a Europa, aunque con experiencias diferentes según el país, pero
no en el sentido de identidad, sino de sistema irrompible. Y no lo es. Para España
o Portugal, Europa se ha relacionado siempre con la aspiración de democracia y
libertad: sufrían dictaduras hasta la década de 1970 y la UE era la meta a la
que se aspiraba. Para Francia, Europa es una reivindicación de la paz frente a
la amenaza que, desde las fronteras de Alsacia y de Lorena, la invadió y derrotó
una y otra vez desde 1870. Para Alemania es redención y perdón. Para el Reino Unido
(¿era, es?) un gigantesco mercado y
oportunidades comerciales. Para Bélgica, la cuerda que mantiene una débil
unidad. Para los países del Este es libertad y la posibilidad de formar parte
de un club que durante mucho tiempo tuvo las puertas cerradas… Y alejarse de Rusia.
Para los países Bálticos, Europa es la defensa frente a Moscú… Para cada uno de
los Estados miembro, Europa es algo diferente, pero con el tiempo esa sensación,
ese espíritu, esa aspiración van coincidiendo y tomando una forma común. (…) En
España, todos los nacidos en la década de 1990 son ya nativos de la Comunidad Europea”.
Bastan estas palabras
para entender que se trata de un fenómeno complejo, pero que sigue dando dos
pasos adelante y un pasito atrás.
Las soluciones cada vez
están menos en los países y más en los ciudadanos, nativos ya europeos, se haya nacido en Atenas, en Praga, en Lisboa
o en Madrid.
Ilusiona observar el
tambaleo continuo en el que se mueve este complejísimo proyecto histórico, pero
que va creando un poso de elementos comunes que ya será muy difícil que tengan
marcha atrás.
Cuando uno traslada la
imagen a espacios más pequeños (léase España, comunidades o ayuntamientos) no
siempre tiene la sensación positiva de ese regusto de la colaboración y por
perseguir un fin común. Aplíquese a la situación de la pandemia y extráiganse
conclusiones. También en los ayuntamientos. En este, por ejemplo, en el que
escribo esta breve reflexión. Qué momento más hermoso para la colaboración en
busca del bien común. Sin el desistimiento de las ideas propias, pero con el
aroma de la buena voluntad y del sentido común. ¿A que se entiende?
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