REENCUENTRO
Para
mis hijos y mis nietos, en el primer día
de reencuentro después de la pandemia.
Estabais agitando en la
ventana
vuestras manos en forma
de saludo,
como abriendo la puerta a
la alegría
y apagando la voz de la
tristeza.
La mañana se puso de arco
iris.
Tembló la luz. Mis ojos
se sintieron
un presagio de llanto prematuro.
“Abuelito, no llores, la
alegría
no puede dar cabida a la
tristeza
y hoy estarás contento a
nuestro lado”.
Las lágrimas cesaron
para dejar su sitio a los
abrazos,
que estaban impacientes
para cumplir, por fin, su
cometido.
El tiempo volvió a ser
nosotros mismos,
aquello que otro tiempo
habíamos sido.
Nos fuimos a la calle,
como en busca
de todos los espacios
conocidos.
Y volvió el pormenor entre
nosotros
a hacernos compañía,
la
memoria
resucitó el recuerdo de
los días,
como si todo fuera el
resultado
de un mal sueño sin causa
y sin sentido.
Al filo de la tarde y de
las sombras,
volvimos a tomar nuestro
camino.
Miraba hacia el perfil
del horizonte
y me sentí confuso,
perturbado,
pensando en si los días
serían ya todos
tan seguros, alegres, verdaderos.
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