sábado, 6 de junio de 2020

RELOJ DE ARENA



RELOJ DE ARENA

Se sorprenden las horas cuando llegan
a sentir la presencia de la aurora.
Todo es ya claridad, despierta el mundo,
y se alza a plenitud la luz del día.

La mañana se siente fuerte y joven,
acumula belleza y entusiasmo,
es vigorosa y limpia, es el futuro
que se abre en desnudez concupiscente.

Es hora de comer, al mediodía
conviene contemplar y complacerse
con lo que se ha vivido en la mañana:
primavera gozosa de la muerte.

Las horas de la tarde se remansan
y cambian el presente por pasado,
la mente se serena, se deleita
repasando las huellas del camino.

El sol va declinando, el horizonte
se muestra más sombrío y más cercano,
hay contraluz, hay sombras y un oscuro
temblor en cada hora se adivina.

Llega la noche, en fin, agazapada
en un negro recodo del camino,
y el tiempo hace recuento del pasado
juntándolo a la noche del futuro.

El reloj de las horas ya no corre:
el tiempo se ha dormido.

Tengo un reloj de arena,
que nunca se detiene.
Estoy considerando seriamente
llevarlo de una vez al Punto Limpio.

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