jueves, 18 de junio de 2020

!UN RESPETO!


¡UN RESPETO!
Alguna vez lo habré dicho. No me importa: hoy lo repetiré. ¿Qué es lo que hay que respetar: ideas, opiniones, todas, ninguna?
Primero las definiciones. Por saber a qué atenerse y de qué estamos hablando. En etimología, idea significa forma, apariencia. Se trataría del primer conocimiento que tenemos de una cosa y que nos incita a la primera opinión acerca de la misma. Opinión se refiere al juicio que nos hacemos de algo que admite varias interpretaciones razonadas.
Parece, por tanto, que la idea precede a la opinión y es menos elaborada. ¿Pueden tenerse ideas varias acerca de algo? Por supuesto: la realidad es captada de manera particular, según cada individuo. Las opiniones, para ser tales, aportan la exigencia de la elaboración mental, de la coherencia y de la trabazón entre sus elementos. Se argumentará -y creo que se hará con razón- que tanto las ideas como las opiniones pueden ser y son múltiples.
¿Cómo podemos, por tanto, discriminarlas, si es que se puede y hay que hacerlo?
Sostengo que las ideas se criban solas en el proceso que las lleva a las opiniones, es decir, en el momento en el que se elaboran y adquieren consistencia. Entonces, ¿hay que respetarlas todas? Qué va. Ellas solitas se retirarán de la pelea cuando se vean desnudas de razonamiento. Admitámoslas como participantes, pero dejémoslas que se retiren avergonzadas cuando se vean sin ningún peso. Y, si no lo hacen por su cuenta, hagámoslo nosotros. Con educación, pero también con rigor y exigencia.
Otro tanto nos sucederá con el mundo de las opiniones. Como aquí la exigencia de la trabazón lógica y de la consistencia son requisitos obligatorios, nuestro nivel de severidad ha de ser aún mayor. ¿Son respetables, entonces, todas las opiniones? En absoluto, no, nada, nunca, tampoco, que no, qué va. ¿Quién ha dicho tal barbaridad? Solo las que cumplan con los requisitos de la trabazón y del razonamiento lógicos
Pues lo escuchamos a diario. ¿Quién puede argumentar razonablemente que es bueno asesinar a una persona? Este ejemplo puede parecer una exageración; pero, ¿y si nos trasladamos al contexto de una conversación cualquiera, o al Congreso, o al Senado, o a una tertulia en un medio de comunicación, o…?
Como una idea o una opinión proceden siempre de una persona, por muy torpe que sea esta, convendrá contar hasta diez antes de tirarla a la basura o de contraargumentarla. ¿Pero defender que todas las ideas y las opiniones son respetables? Eso de ninguna manera. A ese falso refugio acuden los que se sienten faltos de argumentos y ven la partida de la convicción y de la razón perdidas. Lo que viene después no puede ser otra cosa que relativismo imbécil o imposición por la fuerza. Y no estamos para ello precisamente.

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