LA
MISIÓN DE LAS PALABRAS
Escribía Albert Camus en
uno de sus cuadernos lo siguiente: “Me
gustan más los hombres comprometidos que las literaturas comprometidas. Coraje
en la vida y talento en la obra: esto no está tan mal. Y, además, el escritor
está comprometido cuando lo quiere. Su mérito es su movimiento. Y si esto debe
convertirse en ley, oficio o terror ¿dónde está el mérito justamente?
Parece
que escribir hoy un poema sobre la primavera sería servir al capitalismo. Yo no
soy poeta, pero me regocijaría, sin reticencia, de semejante obra, si fuese
bella. Se sirve al hombre todo entero o no. Y si el hombre tiene necesidad de
pan y de justicia, y hay que hacer lo que sea necesario para satisfacer esa
necesidad, él tiene apetencia también de la belleza pura, por ser el pan de su
corazón. Lo demás no es serio… Sí, yo los desearía menos comprometidos en sus
obras y un poco más en su vida diaria”.
En medio de todo este
proceso doloroso, se acentúan las preguntas acerca de lo que cada cual puede
aportar para el alivio propio y de los demás. Digo que se acentúan porque están
ahí siempre latiendo y dando golpes en la conciencia. Ha habido y hay tanta
gente en primera línea de fuego, que siente uno como impotencia y un poco de vergüenza
por no echar una mano.
Desde el primer día me
impuse el compromiso de escribir una página en prosa o en verso que me sirviera
de reflexión y tal vez también cayera en manos de alguien a quien también le
sugiriera alguna idea personal. No sé si lo habré conseguido en alguien más que
en mí mismo. Como la costumbre de juntar palabras y de hacer algo que se debe
parecer al menos a eso que se llama creación viene de lejos, también me planteé
el tono y el sesgo que debía dar a mis aportaciones. Siempre pensando en mí
mismo primero y después en los demás. El dilema no es nuevo, en absoluto, es
recurrente en la reflexión acerca de la creación. Por eso, la resolución y el
resultado surgieron enseguida. No hay dicotomía cuando el que escribe no se
engaña a sí mismo, cuando corren paralelas las palabras y el comportamiento en
la vida. No hay literatura comprometida por
sí sola, es el ser humano el que compromete
a la literatura.
Por eso creo que son
sabias las aspiraciones que llevan al coraje
en la vida y talento en la obra. Porque el
hombre tiene necesidad de pan y de justicia (…), tiene apetencia también de la
belleza pura, por ser el pan de su corazón. Las palabras tienen la misión
de despertar conciencias y sensibilidades.
Y ahí sencillamente hemos
estado, con un grano tan solo en medio de una playa inmensa de arenas negras.
Seguramente como habrá que seguir estando siempre, a lo largo del camino que
nos vea andar hacia el horizonte.
1 comentario:
Y con la gratificante sensación de haber aportado algo... Hay personas que siempre aportan, y tú eres una de ellas.
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