De
nuevo andan los claustros y pasillos repletos de estudiantes. Los cursos se
inauguran, se compran los diversos utensilios, los libros se repasan, se
protesta su coste tan subido, se conocen las caras de otros días y alguna nueva
incluso, se cambian los horarios y rutinas, se formaliza todo, se hacen planes
también, se vuelve a la rutina de la repetición y parece que los días nos
marcan y nos contienen mucho más que en los meses del verano…Buena parte de la
gente anda apuntada al curso y la academia. Hay que apuntarse a algo; por edad
o por desempleo, pues la mejor inversión sigue siendo la de la educación.
Y
yo que ya ando lejos de las aulas, salvo en el descansillo de la tarde de UNED,
me vuelvo cada año con mi vista cansada y mi nostalgia a recorrer con calma sus
luces y sus sombras. No debo repetir con tanta insistencia que he gozado en mi
profesión, que sigo convencido de que la mejor inversión es la que se hace en
educación y de que la mayor riqueza de una comunidad es la riqueza humana, la
compuesta por los valores de la inteligencia y solidaridad de sus componentes.
Sí
pienso con algo de enfado que seguramente lo pude hacer algo mejor de lo que lo
hice, que seguramente la imposición social de ser políticamente correcto y
escasamente alborotador me impidió a veces cantar las cuatro verdades del
barquero a mí mismo y al contexto en el que actuaba. Y eso que siempre fui un
poco avispa cojonera, y a veces hasta un mucho.
Porque
aún sigue vigente la toma de conciencia, el plantearse siempre qué significa
eso de “enseñar” y “aprender”, cuáles son los sujetos que enseñan y aprenden, y
para qué se enseña y para qué se aprende.
Enseñar
es mostrar algo que ya existe. Cuando se enseña un regalo, no se inventa uno
ese regalo, ya está en la caja y solo espera darse a conocer para que se admire
o se tome, se use y se goce. Y en esa toma está el aprender; es el alumno el
que toma lo que le interesa y le va formando. El profesor enseña, muestra,
regala y regula…, y el alumno toma, aprehende y aprende de las cosas lo que más
le conviene y más le forma. Por eso aprender es siempre aprender a conocer, a
descifrar y a usar, a quedarse con lo realmente duradero y útil de las cosas, a
incorporar a uno lo que le interesa de esas cosas. Aprender los nombres de los
ríos de la península solo es hacer concreción de lo que significa río, de toda
su riqueza y su valor, de lo que implica el agua y la ribera, del uso que de
los mismos se puede hacer en todo tiempo, de la acción duradera de la
naturaleza, de su interacción entre el ser humano y el río, del símbolo del río
y la montaña…, de todo lo que ya está antes de que se nombre el río que
desemboca en el Tajo o en el Duero. Lo que viene después, esa hilera de nombres
de los ríos es solo calderilla y poca cosa, ejemplo pobre y simple de lo que ya
era importante sin su nombre. Y pongo el ejemplo de los ríos por manido y
sencillo, pero toda la ciencia y el saber se someten a los mismos principios.
Alguien
bastante sabio dijo que “enseñar no es otra cosa que dejar aprender a los
otros”. Cuánta razón tenía.
Y
en ese toma y daca de descubrimiento, los que aprenden son los alumnos con el
profesor y este con ellos, pues también es seguro que solo puede enseñar el que
puede aprender, ese aprendizaje que es descubrimiento continuo de conceptos
revelados en las cosas y en el uso y disfrute de las mismas. La única
diferencia es que el profesor seguramente aprenderá mejor pues lo hará con más
aplomo y experiencia, y con más elementos de relación. ¿A quién le puede
extrañar que el valor de la memoria disminuye en importancia según esta
concepción?
Sin
presupuestos de este tipo y sin una voluntad decidida de desarrollarlos y de
practicarlos acaso la enseñanza se nos quede en instrucción y en obediencia, pero
no en comprensión, en descubrimiento y en incorporación gozosa al mundo
personal de cada alumno y de cada profesor.
Yo
no sé si los días en las aulas se ordenarán de esta manera. A mí me gustaría.
Hoy
vuelvo con nostalgia la mirada y recuerdo los claustros y pasillos donde anduve
un poco despistado y solitario.
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