jueves, 25 de septiembre de 2014

DE NUEVO POR LAS AULAS Y PASILLOS



De nuevo andan los claustros y pasillos repletos de estudiantes. Los cursos se inauguran, se compran los diversos utensilios, los libros se repasan, se protesta su coste tan subido, se conocen las caras de otros días y alguna nueva incluso, se cambian los horarios y rutinas, se formaliza todo, se hacen planes también, se vuelve a la rutina de la repetición y parece que los días nos marcan y nos contienen mucho más que en los meses del verano…Buena parte de la gente anda apuntada al curso y la academia. Hay que apuntarse a algo; por edad o por desempleo, pues la mejor inversión sigue siendo la de la educación.
Y yo que ya ando lejos de las aulas, salvo en el descansillo de la tarde de UNED, me vuelvo cada año con mi vista cansada y mi nostalgia a recorrer con calma sus luces y sus sombras. No debo repetir con tanta insistencia que he gozado en mi profesión, que sigo convencido de que la mejor inversión es la que se hace en educación y de que la mayor riqueza de una comunidad es la riqueza humana, la compuesta por los valores de la inteligencia y solidaridad de sus componentes.
Sí pienso con algo de enfado que seguramente lo pude hacer algo mejor de lo que lo hice, que seguramente la imposición social de ser políticamente correcto y escasamente alborotador me impidió a veces cantar las cuatro verdades del barquero a mí mismo y al contexto en el que actuaba. Y eso que siempre fui un poco avispa cojonera, y a veces hasta un mucho.
Porque aún sigue vigente la toma de conciencia, el plantearse siempre qué significa eso de “enseñar” y “aprender”, cuáles son los sujetos que enseñan y aprenden, y para qué se enseña y para qué se aprende.
Enseñar es mostrar algo que ya existe. Cuando se enseña un regalo, no se inventa uno ese regalo, ya está en la caja y solo espera darse a conocer para que se admire o se tome, se use y se goce. Y en esa toma está el aprender; es el alumno el que toma lo que le interesa y le va formando. El profesor enseña, muestra, regala y regula…, y el alumno toma, aprehende y aprende de las cosas lo que más le conviene y más le forma. Por eso aprender es siempre aprender a conocer, a descifrar y a usar, a quedarse con lo realmente duradero y útil de las cosas, a incorporar a uno lo que le interesa de esas cosas. Aprender los nombres de los ríos de la península solo es hacer concreción de lo que significa río, de toda su riqueza y su valor, de lo que implica el agua y la ribera, del uso que de los mismos se puede hacer en todo tiempo, de la acción duradera de la naturaleza, de su interacción entre el ser humano y el río, del símbolo del río y la montaña…, de todo lo que ya está antes de que se nombre el río que desemboca en el Tajo o en el Duero. Lo que viene después, esa hilera de nombres de los ríos es solo calderilla y poca cosa, ejemplo pobre y simple de lo que ya era importante sin su nombre. Y pongo el ejemplo de los ríos por manido y sencillo, pero toda la ciencia y el saber se someten a los mismos principios.
Alguien bastante sabio dijo que “enseñar no es otra cosa que dejar aprender a los otros”. Cuánta razón tenía.
Y en ese toma y daca de descubrimiento, los que aprenden son los alumnos con el profesor y este con ellos, pues también es seguro que solo puede enseñar el que puede aprender, ese aprendizaje que es descubrimiento continuo de conceptos revelados en las cosas y en el uso y disfrute de las mismas. La única diferencia es que el profesor seguramente aprenderá mejor pues lo hará con más aplomo y experiencia, y con más elementos de relación. ¿A quién le puede extrañar que el valor de la memoria disminuye en importancia según esta concepción?
Sin presupuestos de este tipo y sin una voluntad decidida de desarrollarlos y de practicarlos acaso la enseñanza se nos quede en instrucción y en obediencia, pero no en comprensión, en descubrimiento y en incorporación gozosa al mundo personal de cada alumno y de cada profesor.
Yo no sé si los días en las aulas se ordenarán de esta manera. A mí me gustaría.

Hoy vuelvo con nostalgia la mirada y recuerdo los claustros y pasillos donde anduve un poco despistado y solitario. 

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