Sin
entrar en disquisiciones filosóficas, podemos dar por hecho que el mundo me
llega y lo repongo con las armas escasas de mis sentidos y la capacidad de
elaboración que mi inteligencia me ofrece. Por eso se afirmaba aquello de “yo
soy yo y mis circunstancias”, o simplemente yo soy mis circunstancias. Y es que
la realidad se enfrenta conmigo y yo con ella en una lucha cuerpo a cuerpo
diaria y tal vez desigual. La realidad externa se concreta y se limita en los
hitos que marcan mi alcance, en las lindes que mis sentidos le conceden. O sea
que, así mirado, aparentemente, el mundo es mi mundo.
Pero
tal vez solo aparentemente. Acaso sea esta una mirada un poco egoísta y un
encuadre demasiado reducido. Y ello por dos razones. La primera porque, si la
mirada se alza y el zoom se amplía, se verá que no es la vida un instante sino
la suma de los instantes que llevamos cumplidos, la trayectoria que tenemos gastada.
No asegurar la perspectiva tal vez nos dé un álbum de fotos algo distorsionado
y nos haga reaccionar de manera un poco injusta. La segunda se refiere también
a la conveniencia de levantar la vista y entender que la vida son también los
otros, y son sus circunstancias, y son sus altibajos, y que el conjunto forma
un sistema un poco más extenso que el de la realidad individual y personal.
Por
ello tal vez, sin dar de lado a la lucha personal del mundo contra mí mismo y
de mí mismo contra el mundo, vendría bien considerar si no es tan importante la
lucha del mundo contra el mundo, la lucha del mundo contra todos los que lo
componen y el enfrentamiento diario de todos ellos contra el mundo. Y poco
importa que el fenómeno lo veamos en sentido negativo o en una perspectiva
positiva. Porque el mundo es suma de individuos pero tal vez uno más uno sea
algo distinto a dos y la red de relaciones que se establece entre un conjunto
de individuos acaso se mejorará o empeorará en una visión completa y sistemática.
Yo
lucho cuerpo a cuerpo con el mundo, como todo hijo de vecino; el mundo me ha
tratado a su antojo y de manera muy desigual según las épocas (dices tú de mili…
si yo te contara…); si contemplo el conjunto, quiero sentirme un privilegiado
porque tengo curiosidad, tiempo libre y puedo comer unos puñados de arroz. Pero
querría conservar la perspectiva y el ojo en la atalaya. Desde ella me gustaría
contemplar con mirada amplia lo que sucede en lo que abarca el horizonte y
hurgar con curiosidad en las carreteras que vertebran el sistema. Tal vez solo
para mirar en qué me puedo aprovechar de él. Tal vez. Pero sé que existe ese
peligro y me gustaría poder superarlo. Quizás porque estoy convencido de que es mucho más importante y trae más beneficios a más gente arreglar una vía de comunicación que el patio de mi casa.
Frente
al mundo me veo diminuto y pobre; con el mundo el cielo se despeja y brilla un
poco más el sol. Hay una lucha mixta de singulares y plurales que a veces quiero
verla en solitario y a veces rodeado de gente que persigue algo plural y
colectivo.
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