Andaba
esta mañana enfrascado, de la mano de Kant, en hincarle el diente a la
diferencia de algunos conceptos: infinito / indefinido; entendimiento / razón;
libertad / naturaleza…, cuando un e-mail me bajó a la realidad y al suelo
cotidiano. Me mandaban un correo en el que, por persona interpuesta, se me
pedía opinión acerca del uso de dos palabras: “reusar” y “reutilizar”. Resulta
que un doctorando se había atascado en el uso de ambas porque la primera no la
encontraba en la lista del DRAE, y, para la segunda, quería distinguir si un
objeto se volvía a usar con las mismas condiciones (para él sería entonces
“reusar”), o en condiciones diferentes (para él sería entonces “reutilizar”).
Vaya por Dios, pensé enseguida. Hay gente que tira con bala. O tal vez, visto
desde otro ángulo, hay gente que se ahoga en un vaso de agua.
Lo
cierto es que se trata de una tesis doctoral de tono científico y ya se sabe
que en estos contextos conviene precisar todo lo que se pueda para no dar lugar
a ambigüedades
Pero
es más cierto que el ejemplo de nuevo me llevó a considerar el carácter móvil y
variable de cualquier lengua, lo verdadera que es su comparación con un ser
vivo cualquiera, que nace, crece, se desarrolla y cambia en cada momento, y en
un día como tantos… descansa bajo la tierra. Y me volví a mis latines para
precisar la etimología, criterio primero y principal que sirve de base a todas
las demás variantes, y repasé el verbo “utor”, con aquel sentido de usar pero
en beneficio propio, o incluso “abutor”, o “refutare”, y nuestro refutar o
rehusar, con los que tan fácilmente se puede confundir. Y en ellos encontré la
base de ambos términos castellanos. Y me imaginé la separación de ambos para
especializarse en contextos distintos. Y constaté la aparición de realidades diferentes
(por ejemplo las de los reciclados o los motores mecánicos que estudia la
tesis). Y entendí que al doctorando le entraran algo así como las prisas y le
subiera algo así como el sarampión y se plantara y dijera esto lo arreglo yo
porque aquí falla algo y no es precisamente el motor. Y constaté de nuevo la
cantidad de factores que intervienen en el sustento y en el cambio de una
lengua. Y me volví a convencer de que no siempre conducen los cambios los que más
conocen las tripas de su interior sino los que más andan en la pasarela pública.
Y consideré un rato y aquí apunto lo fantástico que es el sistema de comunicación
lingüístico para la existencia humana, hasta el punto de que lo configura y le
da carta de naturaleza frente al resto de los seres…
Y
le envié un correo calmando sus ansias de perfección lingüística, pero
felicitando su preocupación por manejar con tino esta herramienta de tan
extraordinario poder como es la lengua en la que concretamos el mundo y con la
que nos damos a conocer a nosotros mismos y a los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario