Pocas
personas como Alejandro Magno representan la velocidad de la vida, el triunfo
fulgurante y el poder en una sola mano. Para darle mayor lustre, su muerte se
produce siendo joven y eso lo eleva a la categoría de mito, de héroe y de
referencia histórica. Así andamos y esta es nuestra escala de valores. No debía
andar falto de capacidades el hombre, pero de ahí a atribuirle tanta cualidad…
Todos
estudian sus conquistas, sus luchas y victorias, sus cualidades guerreras y
hasta sus amoríos. A mí esto me interesa más bien poco y no seré yo uno de esos
palmeros que aplauda con las orejas ni sus conquistas ni siquiera sus monturas
a Bucéfalo.
Hoy
traigo a esta ventana una anécdota que me invita a pensar. En cierta ocasión,
cayó en su poder un grupo de sabios indios; los juntó y enseguida quiso
mostrarles cuál era la situación de cada uno. Ellos eran sabios, pero él era el
poderoso. Les formuló preguntas presuntamente enigmáticas, tal vez buscando difíciles
respuestas: así quedaría claro su poder sobre ellos. Por si fuera poco, les
amenazó con la muerte para aquel que peor respuesta aportara.
Estas
son algunas de sus preguntas:
“1.-
¿Hay más vivos o muertos?
2.-
¿Quién cría más bestias, la tierra o el mar?
3.-
¿Cuál es el animal más astuto?
4.-
¿Qué fue creado primero, el día o la noche?
5.-
¿Cómo puede lograr uno ser el más amado entre los hombres?
6.-
¿Cómo puede uno llegar a ser dios?
7.-
¿Quién puede más, la vida o la muerte?
8.-
¿Hasta cuándo debe vivir el ser humano?”.
Todas
las preguntas tuvieron respuestas por parte de los gimnosofistas. Y todas
cortas y creo que acertadas. Pero a mí me interesan como preguntas, porque las
respuestas tengo que intentar dárselas yo, en mi tiempo y en mi espacio. Y no
es poca cosa lo que se pone encima de la mesa. Así que, al rincón de pensar.
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