Me reincorporo a la monotonía diaria tras una
semana de estancia en Asturias. Eso de que es un paraíso natural casi se queda
corto. Lo es, vaya que si lo es. A la vuelta me topo con la realidad del
Primero de mayo en Béjar, con eso que llaman el Día del Trabajo. Acudo, como
siempre, a la manifestación. Creo que menos gente este año. Hay tanto que
arreglar en la sociedad y en los sindicatos…. Pero el fondo de realidad
manifiestamente mejorable no desaparece. Y los símbolos, los himnos y la emoción
tampoco.
Creo que ya he dado cuenta de esto del trabajo
en alguna ocasión. Hoy no es mala fecha para recordarlo. La existencia de una
familia léxica o de sinónimos es un subterfugio de la lengua para repartirse
ese asunto maravilloso de nombrar la realidad por parcelas y con algo más de
precisión. Por eso, al lado de trabajo, tenemos muchas otras de alcance
parecido: ocupación, misión, función, tajo, faena, tarea, cometido, labor,
carga, esfuerzo, pena, batalla, lucha…, estudio (el del máster de Cifuentes),
investigación, ensayo… Y tantas otras. Y eso por no sumar otros usos geográficos particulares.
Pues se fue a elegir este marbete: El día del TRABAJO.
Y, sea cual sea la acepción que seleccionemos, siempre nos lleva al esfuerzo y
al sacrificio. ¿Pero es que no hemos recordado en muchas ocasiones cuál es la
etimología de Trabajo? Pues Trabajo procede de la palabra latina TRIPALIUM, y
su significado es tan sencillo como este: TRES PALOS. Se trata de un antiguo
instrumento de tortura en el que el cruce de los tres palos servía para
controlar el cuerpo para el castigo del reo, especialmente la cabeza. O sea,
que dejémonos de monsergas: trabajo significa SUPLICIO y lo demás son gaitas. Por
eso, a cualquiera que me espeta que a él le gusta trabajar, lo miro de soslayo
y lo traslado mentalmente al rincón de los mentirosos. A nadie le puede gustar
el suplicio. Algo bien distinto es que, a pesar de todo, sea capaz de sublimar
su suplicio buscando la ayuda a los demás, o a ganar un dinero que le sirva
para otros deseos. A mí, por si acaso fuéramos a tener alguna duda, no me gusta
trabajar, aunque tenga que hacerlo y la vida me haya regalado un trabajo (un
suplicio) que me ha parecido siempre un privilegio en comparación con otros que
he visto por ahí.
En
realidad, la situación de jubilado me permite ver las cosas con una perspectiva
de mayor tranquilidad. Pero esta posición de al menos no dejarse engañar por
las palabras me viene de antiguo. Recuerdo aquellos años en los que mi generación
(no sé en qué cantidad, la verdad) pensaba que había que caminar hacia la
desaparición del trabajo. Para algo estaban las máquinas, nos decíamos;
invirtamos en ciencia y en técnica y ahorrémonos el resto del trabajo. Después,
los años…
Hoy casi todo el mundo se afana en encontrar un
trabajo (una tortura, un suplicio) y, por desgracia, con poco éxito en muchos
casos. Es una contradicción evidente. ¿Por qué sucede esto, si las nuevas
generaciones son las mejores preparadas y, como reza el dicho popular, la técnica
avanza que es una barbaridad?
Por lo menos habría que plantearse la reflexión.
Algo pasa y lo que sucede tiene poco sentido. No voy a solucionar nada ni en
estas líneas ni en un tratado entero y sesudo. Pero creo que no iría por mal
camino si indagara en la escala de valores individualizada que domina esta
sociedad. Si nos falla la mirada general y panorámica, si olvidamos que el
avance o es de todos o es más pequeño para todos, si no recomponemos esa
desigualdad galopante entre nosotros, esto del Trabajo seguirá siendo un caramelo
engañabobos que, además de tenernos a todos en ascuas y enfadados, nos conducirá
a mayor pobreza y desánimo.
Siempre que he podido, y con la boca chica,
porque la situación es la que es, he hecho esta recomendación: “Si puedes
invertir en algo, hazlo en comprar tiempo libre”. Es la única forma de
emplearlo después en lo que te apetezca.
El siguiente paso que pide el razonamiento
tiene que ver con la ideología y con el sistema político que estructuremos y
que implantemos para ganar esa igualdad y ese tiempo libre. Y, como se ven
venir nubarrones negros, lo dejaré aquí. Pero al menos abriré el paraguas para
no mojarme demasiado.
Pues eso.
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