Hoy
me he acodado en casa, remolón y vaguete. Tenía el propósito de no hacer caso a
lo que llegara de Cataluña, pero he caído en la tentación y he escuchado una
parte del discurso del candidato Quim Torra.
Qué
pena. Estamos en la casilla de salida y con las posiciones más reforzadas. La
verdad es que no debería sorprendernos nada de todo lo que sucede pues tiene la
lógica del que se ha marcado un camino en su cabeza y no ve otra salida que lo
que tiene decidido de antemano.
Sigo
pensando que hay un hecho clave, que es el que explica todos los demás. Se
trata -se sigue tratando- del SUJETO DE SOBERANÍA, de quién tiene derecho a
decidir. No le den más vueltas, esta es la clave y la ganzúa que abre la
puerta. El resto se desploma en cascada y siempre vuelve al principio. Los
independentistas catalanes no admiten ni acatan la supremacía del Estado y solo
se atienen a la voluntad de la gente del territorio catalán. Además, dentro de
él, se acogen a la mayoría parlamentaria, sea del tipo que sea, creyendo que
les da derecho a legislar sin límites, incluso en contra de todos los demás.
A
partir de este hecho se pueden analizar todos los acontecimientos: las leyes
inconstitucionales, las huidas al extranjero, los victimismos, las llamadas al
diálogo sin condiciones (a quién querrán engañar), los caudillismos, los
nombramientos dictatoriales a dedo (esto ya ni en las dictaduras), las
sumisiones vergonzosas sin discusiones ideológicas, el olvido de la realidad
diaria, el fanatismo, el supremacismo, el egoísmo, ciertos brotes de fascismo…
Todo vale con tal de no perder el hilo y el puente con lo que existía antes de
la aplicación del artículo 155, es decir, todo se resume en el no
reconocimiento de la constitución y sus consecuencias.
Sigo
en mis trece al pensar que algo de razón habrá cuando tanta gente se somete a
lo que me parecen formidables disparates y muestras de egoísmo insoportables;
me gustaría que alguien del mundo independentista -serenamente, si es posible-
me argumentara y tratara de convencerme. Es que no veo ni un solo centímetro de
solidaridad, de justicia o de razón.
El
conflicto estaba servido y asentado para muchos años, pasara lo que pasara. Desde
hoy no ha hecho más que enfangarse más y echar raíces más hondas.
Vuelvo
a pedir auxilio. Llevo cincuenta años pendiente de ETA. Ahora me someten a otro
largo periodo de nacionalismo catalán. Por favor, ¿alguien posee alguna
medicina que calme este dolor? ¿No hay nadie por ahí que, en lugar de ponerme pegas
para todo, exprese sus ánimos de juntarse conmigo para ayudarnos en lo que
podamos ambos? Porque digo yo que quien quiere alejarse es el mundo
independentista y no yo. Aunque, cuando les oigo hablar, hasta parece que
defienden lo contrario. Es, en todo, el mundo al revés.
Estoy
triste, desconcertado, desilusionado y desanimado. No veo más que fuerzas centrífugas
y nadie me explica los beneficios que eso causa. Yo veo sobre todo odio y malas
caras. Y quiero ver personas que me quieran y me miren con confianza. Sigo
pidiendo ayuda.
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