HABITO UN TERRITORIO DE FRONTERAS
Habito
un territorio de fronteras.
De fronteras
de luz,
como cuando
la noche
gana terreno
al día y vierte heridas
de rojo
el horizonte. De fronteras
del
mundo en las palabras,
que buscan
la verdad y no la encuentran,
pero se
quedan trémulas mirando
y suplicando
un poco de ternura.
De fronteras
de edades y de vidas,
de besos,
de miradas, de certezas.
Y debo
confesar que no es postura
ni presunción
ni pose ni alegría;
es, al
revés, la duda que me asedia
y ese
dolor constante que me habita,
huérfano
de certezas
y completo
de aristas y de miedos.
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