miércoles, 30 de mayo de 2018

LA GLORIA ES EL FRACASO DE LOS OTROS



Acaso en lo más hondo de la vida se esconda algún misterio que no alcanzamos nunca a descubrirlo. Cuando se reducen causas y se llega a las últimas -o tal vez a la última- aparece la lucha por la supervivencia, esa razón extraña que no sé a qué obedece, pues tanto entendería la lucha por la permanencia como el sencillo hecho de dejarse llevar y oscurecerse en otras formas de materia o de sucesos.
No tengo interés en ponerme tan estupendo, pero a algo de esto me lleva la contemplación de tantas cosas en la vida y el intento de explicación que de ellas hago. Me molesta y me irrita que en todo andemos todos a la contra, siempre frente a algo ajeno, con la necesidad de echar por tierra aquello que no somos nosotros, como si esa necesidad fuera lo que aupara y diera consistencia a lo que somos o queremos ser.
Siento volver al ejemplo del deporte, por cansino, pero creo que me ajusta para lo que quiero expresar y porque es algo visible y machacón para toda la comunidad, pues nos lo dan servido en plato y a la mesa.
Termina la temporada en copa, liga, y copas de Europa. Obsérvese el resultado: Barcelona, campeón de copa y liga nacional; Atlético de Madrid, campeón de copa de Europa League; y Real Madrid, campeón de Champions. No está mal, por cierto.
¿Se han fijado en que nadie está contento del todo? He oído y visto a jugadores del Atleti gritando su supremacía sobre el otro equipo de la capital, he visto sacar pecho al Madrid por sus copas seguidas y devolverles los cánticos a los rojiblancos, y he observado la sordina del Barcelona porque sus éxitos tal vez hayan quedado un tanto empequeñecidos ante los triunfos de los eternos rivales. ¿No es todo esto excluyente y lastimoso? ¿No pueden quedar todos contentos en un curso en el que les ha tocado a todos? Pues no hay tal cosa. Menos mal que el inminente torneo del mundial hará pasar página en espera del siguiente capítulo.
Como se ve en el ejemplo, parece que interesa más que el contrario bese la arena de los vencidos que no el éxito propio. Ni que decir tiene que este espíritu se traslada a las masas de seguidores y termina por contaminar de hiel a toda la comunidad. Después esto se extiende a otros ámbitos de la convivencia y los resultados son los que vemos y sufrimos. Por eso es importante y lo traigo como ejemplo.
¿Por qué no se puede ser algo más inclusivo? ¿Por qué no alegrarse alguna vez con el éxito ajeno? Es verdad que la vida es relación y comparación, y el deporte tiene como elemento compositivo la competición y el listado de ganadores y de perdedores. Pero ¿es que nadie se da cuenta de algo tan elemental como lo siguiente: para que haya un ganador hace falta que exista un perdedor? Si es que la ecuación no da más de sí y es tan sencilla como eso.
Qué buen momento hubiera sido para el reconocimiento mutuo y para el reparto de parabienes. Ah, pero eso no lo permitirían los fanáticos, esos seres irracionales cebados por las estructuras basadas en la victoria y en la supremacía como único fin. Qué pena.
Aunque parezca no venir a cuento, escucho en estas horas los dimes y diretes de unos y de otros acerca de la intención de voto en la moción de censura que se presenta mañana en el Congreso. Su análisis, por desgracia, me ofrece unas consideraciones similares. Dejémoslas, que son cosas más serias.

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