Acaso
en lo más hondo de la vida se esconda algún misterio que no alcanzamos nunca a
descubrirlo. Cuando se reducen causas y se llega a las últimas -o tal vez a la
última- aparece la lucha por la supervivencia, esa razón extraña que no sé a
qué obedece, pues tanto entendería la lucha por la permanencia como el sencillo
hecho de dejarse llevar y oscurecerse en otras formas de materia o de sucesos.
No
tengo interés en ponerme tan estupendo, pero a algo de esto me lleva la
contemplación de tantas cosas en la vida y el intento de explicación que de
ellas hago. Me molesta y me irrita que en todo andemos todos a la contra,
siempre frente a algo ajeno, con la necesidad de echar por tierra aquello que
no somos nosotros, como si esa necesidad fuera lo que aupara y diera
consistencia a lo que somos o queremos ser.
Siento
volver al ejemplo del deporte, por cansino, pero creo que me ajusta para lo que
quiero expresar y porque es algo visible y machacón para toda la comunidad,
pues nos lo dan servido en plato y a la mesa.
Termina
la temporada en copa, liga, y copas de Europa. Obsérvese el resultado:
Barcelona, campeón de copa y liga nacional; Atlético de Madrid, campeón de copa
de Europa League; y Real Madrid, campeón de Champions. No está mal, por cierto.
¿Se
han fijado en que nadie está contento del todo? He oído y visto a jugadores del
Atleti gritando su supremacía sobre el otro equipo de la capital, he visto
sacar pecho al Madrid por sus copas seguidas y devolverles los cánticos a los
rojiblancos, y he observado la sordina del Barcelona porque sus éxitos tal vez
hayan quedado un tanto empequeñecidos ante los triunfos de los eternos rivales.
¿No es todo esto excluyente y lastimoso? ¿No pueden quedar todos contentos en
un curso en el que les ha tocado a todos? Pues no hay tal cosa. Menos mal que
el inminente torneo del mundial hará pasar página en espera del siguiente capítulo.
Como
se ve en el ejemplo, parece que interesa más que el contrario bese la arena de
los vencidos que no el éxito propio. Ni que decir tiene que este espíritu se
traslada a las masas de seguidores y termina por contaminar de hiel a toda la
comunidad. Después esto se extiende a otros ámbitos de la convivencia y los
resultados son los que vemos y sufrimos. Por eso es importante y lo traigo como
ejemplo.
¿Por
qué no se puede ser algo más inclusivo? ¿Por qué no alegrarse alguna vez con el
éxito ajeno? Es verdad que la vida es relación y comparación, y el deporte
tiene como elemento compositivo la competición y el listado de ganadores y de
perdedores. Pero ¿es que nadie se da cuenta de algo tan elemental como lo
siguiente: para que haya un ganador hace falta que exista un perdedor? Si es
que la ecuación no da más de sí y es tan sencilla como eso.
Qué
buen momento hubiera sido para el reconocimiento mutuo y para el reparto de
parabienes. Ah, pero eso no lo permitirían los fanáticos, esos seres
irracionales cebados por las estructuras basadas en la victoria y en la
supremacía como único fin. Qué pena.
Aunque
parezca no venir a cuento, escucho en estas horas los dimes y diretes de unos y
de otros acerca de la intención de voto en la moción de censura que se presenta
mañana en el Congreso. Su análisis, por desgracia, me ofrece unas
consideraciones similares. Dejémoslas, que son cosas más serias.
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