Esa bendita ocupación que he
profesado, y que me ha llevado a indagar en el principal instrumento de
comunicación que poseemos, el sistema lingüístico, me ha puesto muchísimas veces
en el álbum de fotos de la imprecisión y de la ambigüedad. Eso debería haberme
conducido, entre otras conclusiones, a la de la relatividad y la de la
predisposición a la comprensión y de la disculpa. No estoy seguro de haberlo
conseguido.
Este sistema basado en las
palabras es -lo he escrito en numerosas ocasiones- pobre e impreciso, solamente
aproximación a la realidad, cifrado incompleto del pensamiento, viajero
asustado en el proceso de la comunicación. Pero las mismas razones deberían
llevarnos a su cuidado y a su mimo, a un intento continuado de aprehenderlo y
de hacerlo amigo nuestro, a un empeño en manejarlo cada día un poquito menos
mal, a pesar de la certeza de que el empeño se moverá siempre en el terreno del
deseo más que en el de la realidad.
Algunos ejemplos nos ilustran
mejor que otros, por razones muy diversas. Hoy apunto solo uno en estas líneas.
Lo hago por su frecuencia y por su repercusión social. Se trata de todos los presuntos habidos y por haber. No me
digan que no somos todos presuntos. “A ha matado presuntamente a B”. “El arma
con la que A ha herido presuntamente a B”, “A ha sido detenido como presunto
autor de un delito sexual·, etc.
Cuando oímos estos usos, creo
que tendemos a ponernos de mal humor con tanto presunto. ¿Cómo es posible que A
sea presunto si lo han pillado con las manos en la masa? ¡Si el hecho no tiene
vuelta de hoja y está clarísimo! ¿Qué es eso de que el asesino es presunto si
hasta en la cara se le ve la maldad? Ese tío no es presunto, es asesino y ya
está.
Pues no hay tal cosa, por
mucho enfado que la codificación de la noticia provoque en nosotros.
Presunto tiene un campo de
acción que no se pone en marcha hasta el momento en el que el poder judicial no
abre diligencias procesales, y siempre antes de que se dicte sentencia.
Entonces, ¿qué son todas esas personas a las que la maldad les sale por los
poros y de los que tenemos indicios evidentes de que han cometido hechos
condenables? Pues todavía no son presuntos; son solamente supuestos, o posibles.
De esta manera, las frases de arriba deberían componerse de la siguiente forma:
“A ha matado supuestamente a B”, “A ha sido detenido como supuesto autor de un
delito sexual”.
Quizá podríamos resumir así:
posibles somos todos, supuestos solo los de los indicios, y presuntos los que
se han embarcado en el camino judicial.
¿Cuántos de los posibles se
convierten en supuestos? Y de estos, ¿cuántos pasan al grado de presuntos? Es
juego al que está invitado a participar el que quiera. Seguro que los
resultados serán muy diversos.
Pero, como la lengua es, antes
que nada y sobre todo, un instrumento de comunicación y está transformándose
continuamente, no estoy seguro de que las precisiones que he tratado de indicar
tengan ya realmente vigencia. Vaya usted a saber.
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