Para numerosas
situaciones se suele afirmar que la mejor defensa es un buen ataque. Que se lo
digan, si no, a los del fútbol y los demás deportes (tal vez un poco menos a
los del Atlético de Madrid). Por eso tal vez aquello de morir matando, o es
mejor morir de pie que vivir de rodillas…, y tantas otras expresiones que
otorgan mayor valor a la iniciativa que a la inacción.
Esto del virus y la
pandemia nos lo ha cambiado todo tanto, que ahora tenemos que darle la vuelta a
la frase para que tenga sentido: “El mejor ataque es una buena defensa”. Por
eso la necesidad de esconderse y quedarse en casa, de taparse con mascarillas y
de guardar medidas de distancia física (¿por qué se dirá distancia social, si
esta ya existe y mucha más de la deseada?). No podemos ir a golpes contra el
enemigo porque no sabemos ni dónde anda, y, así, damos palos de ciego, nos
busca las vueltas por donde le da la gana y juega con nosotros al escondite. Maldito
virus.
Y todo ello lleva
aparejada una carga muy pesada, pues nos obliga a defendernos del posible
ataque de las demás personas, en las que vemos posibles emisarios del mal. Estamos
en los primeros días del desconfinamiento. Tímidamente se nos permite dar unos
paseos por las cercanías. En esos paseos, uno puede ver de todo; pero lo más
normal es la mirada hacia el suelo, la separación física, el silencio, la
desconfianza… Pero ¿qué nos han hecho los demás? ¡Si son nuestros vecinos, los
mismos con los que hablábamos a diario y con los que compartíamos las
menudencias de la vida! Parece como si nos hubiéramos negado la palabra para
siempre después de algún altercado o malentendido.
Supongo que a todo se
acostumbrará uno y que le iremos perdiendo el miedo a la presencia de los otros.
De hecho, muchos se lo tuvieron que perder desde el primer día pues han estado
en la brega a diario y sin descanso. Otros (tal vez más de la cuenta) parece
que siguen en la primera frase y juegan al ataque de la proximidad física en
estas salidas. A ver si lo hiciéramos todos con cabeza y a su ritmo, porque el
maldito bicho nos tiene tomada la medida y ataca o se esconde cuando le da la
gana.
Por esta vez, haremos
caso y trataremos de ganar el partido empezando desde la defensa y
proclamaremos que, de momento, el mejor ataque es una buena defensa. Pero, por
favor, que sea por poco tiempo, que el virus se vaya por donde vino y que nos
deje en paz, que queremos jugar nuestra liga sin su equipo y trazando un buen
ataque como mejor defensa. El ataque de la convivencia y de la amistad, del
intercambio y de la confianza.
Día 50 de algo que se
parece al confinamiento. Ánimo.
1 comentario:
Ya no estamos tan confinados Antonio, podemos andar por el monte que hacia falta, eso si, el miedo no nos lo quita nadie... Defendámonos todo lo posible y salgamos a la vida con precaución.
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