EN OTRA REALIDAD MÁS VERDADERA
El bosque es un espacio de misterio,
metáfora feliz en la que encuentra
su sentido la fuerza del concepto.
Salgo a gozar el día, a hacerme tiempo,
cuando el otoño reina en el paisaje.
Camino y me despiertan las imágenes,
que dan actividad a mis sentidos.
Todo se me regala sin esfuerzo:
escucho, veo, toco, huelo, gusto
la brisa y el color de los castaños,
el aire que me roza y me estimula,
el agua que se agita en los regatos…
Me anega un gran caudal de sensaciones,
que ofrece su verdad como regalo.
¿La verdad, o tal vez solo una parte?
Allí donde los robles y los pinos
se funden con las matas de castaños,
siento el eco de un bosque que me anuncia
otro bosque latente más extenso,
más perenne y real, más verdadero.
El agua rumorea en los regatos
y me invita a seguir en su corriente
para adentrarme, libre y descuidado,
en busca de la esencia presentida
de ese bosque vital y más auténtico,
ese bosque que pide mi presencia
para hacerse verdad y se revive
de latente en patente. Yo le presto
mi voluntad de ser uno con ella,
de hacer de todo un fuego y en su llama
ser verdad que se quema para siempre.
Y el bosque se hace bosque por entero
cuando elevo la imagen a concepto.
Ahora el bosque está entero en cada imagen,
multiplica su luz en cada árbol;
el roble representa todo el bosque,
y otro tanto hace el pino, y el castaño.
Me asiste la presencia de lo abstracto,
el eco de los ecos del silencio,
un todo sin medidas ni distancias,
la plenitud del tiempo en un instante,
la gran profundidad de lo invisible,
la conciencia cabal de lo completo,
la desnudez total de la verdad…
He llegado a la altura del concepto.
Cada hoja contiene el arco iris
Y el espacio es ya informe, indefinido.
Es otra realidad más verdadera,
que me llama y me nombra, y en su centro
soy también más real y verdadero.
Allí me quedo solo, meditando,
leyendo el texto eterno de la vida
en un más luminoso comentario.
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