POR LO BAJINI (y XIV)
¿Cuál
iba a ser, si no? Yo no conozco otra mejor, por densa y consistente. Es la que
transita por el mundo de la educación del ser humano, como portador de
posibilidades de regulación de conocimientos, como actor de aplicación de esos
conocimientos, como protagonista de la escala de valores éticos a la que puede
someter a esos conocimientos, y como impulsor de una nueva vida en la que ese
ser humano vuelva a ser eje de toda actividad, principio y fin, y no apéndice
ni conejillo de indias.
Si
a este enorme monstruo del hipermercado en que se ha convertido el mundo no
podemos oponerle ningún rival que logre destronarlo ni derribarlo en batalla,
al menos habrá que buscar la fórmula de ponerle un traje de fiesta, una cara
más amable y un aspecto menos formidable. Es claro que parezco un mendigo
pidiendo pan y clemencia, pero lo hago desde la rabia y desde la constatación
de que, a día de hoy, la batalla anda demasiado desigual.
Decía
que ese lavado de cara, tal vez preludio de alguna revolución, pasa por
arreglar y mejorar el mundo de la educación, ese mundo en el que, a cada
individuo, desde la igualdad real de oportunidades, se le enseñe a encauzar su
propia vida, a ordenarla y a conducirla desde una mirada crítica y personal.
Ya
sé que es un mundo complejísimo y que no se puede articular en un esquema. Me
he pasado toda mi vida en las aulas, dándole vueltas mentales a este asunto, y
lo único que tengo claro en la madurez de mi vida es que esta tarea es
absolutamente clave en cualquier comunidad. Sobre la materia he escrito ya
bastante y no quisiera repetirme demasiado. Por lo demás, siento que esto no es
más que un desahogo pues no sé de nadie que me haya consultado nunca ni de
nadie que me haya pedido consejo en nada. Ni siquiera sé si este breve esquema
será realmente leído por alguien, y, menos aún, compartido.
Pero
algunos apuntes habrá que dejar aquí también.
Por
ejemplo, la conciencia de que la escuela no solo es una obligación sino un
privilegio para los estudiantes y para la sociedad de la que forman parte.
Por
ejemplo, que el profesorado necesita tomar conciencia de que es un elemento más
del engranaje, pero solo eso: a la escuela no va a salvar la vida a nadie ni a
demostrar ninguna cosa, sino a orientar a sus alumnos.
Por
ejemplo, que todo el sistema educativo (he escrito TODO) necesita de una
evaluación continua y una revisión para adaptarse al ritmo al que se modifica la
propia sociedad.
Por
ejemplo, que la escuela necesita mezclar sabiamente la disciplina con la
creatividad y la enseñanza según el ritmo de cada alumno.
Por
ejemplo, que la enseñanza supone esfuerzo y planteamientos a largo plazo, no
recompensas inmediatas ni hedonistas: para eso ya están la vida y sus
atractivos.
Por
ejemplo, que tampoco la enseñanza tiene que ser ningún sufrimiento continuo.
Por
ejemplo, que existe una relación notable entre el ritmo de la casa y el ritmo
de la escuela, en rigor, esfuerzo y costumbres.
Por
ejemplo, que hay que premiar de manera más visible el esfuerzo individual y la
excelencia, y no dejarse llevar por la medianía y hasta por la vergüenza entre
los alumnos esforzados.
Por
ejemplo, que hay que reconocer socialmente el valor de los profesionales que se
dedican a este nobilísimo trabajo.
Por
ejemplo, que no hay que minusvalorar lo ya descubierto y conseguido partiendo
cada día de la nada y descubriendo mediterráneos. Lo clásico tiene el valor de
lo clásico y lo moderno tiene que currarse su valor y su sitio.
Por
ejemplo, que los elementos técnicos tienen que incorporarse sin reservas como
medios útiles para la enseñanza.
Por
ejemplo, que los ejemplos del mundo laboral tenían que estar mucho más
presentes en la escuela.
Por
ejemplo, que el fin último no es aprender elementos sino aprender a clasificarlos
y a discriminarlos, para ponerlos al servicio de la mente de un ser crítico.
Por
ejemplo, que acaso los programas tendrían que ajustarse más a los grandes temas
y menos a los elementos concretos, sobre todo porque estos cambian ahora a toda
velocidad. Quiero decir que hay que aprender ideas y evolución de ideas antes
que datos.
Por
ejemplo, que, en el fondo, todo tiene que estar orientado a formar ciudadanos
críticos y dispuestos a enfrentar su propia vida y no a ser apéndices gregarios
de las modas y de los modos que les imponen los mercados. Lo que tenemos que
hacer es formar ciudadanos y seres vivos, tenemos que volver a poner de moda el
humanismo y el valor de todo lo que afecte al ser humano como tal y no como
consumidor irracional.
Solo
en este contexto se podrá pensar en una política cultural y social para un
contexto en el que el valor de la creación cultural adquiera su sitio digno y,
sobre todo, un contexto en el que el hombre sea exactamente eso, solo eso y
nada más que eso: el hombre. En tal contexto -y vuelvo a los comienzos de este
esquema de ensayo-, uno tiene la seguridad de que tiene al menos el mismo valor
que Ronaldo. Y vuelvo a pedir perdón por personificar y por provocar.
N.B.
Hasta aquí se ha dibujado un esquema breve de una visión no demasiado optimista
de la situación del mundo. Ojalá que esa visión anduviera equivocada y no
obedeciera a la realidad. Me temo que, por esta vez, tengo algo de razón. Y no
me gustaría que mis hijos, ni los hijos de mis hijos, terminaran por perder la
conciencia de sus posibilidades ni de su libertad para decir en algún momento
basta.
Cada
uno termina posando su vista en los espacios y en los tiempos más inmediatos.
Creo que el esquema sigue sirviendo en igual medida. Acaso me tome la molestia
de intentar ejemplificar con elementos más próximos y más inmediatos. Veremos.
De momento, doy aquí por finalizado el desarrollo de estos pensamientos. Cada
cual sabrá si quiere rumiarlos y continuarlos. Vale.
2 comentarios:
Si no me equivoco has puesto 15 ejemplos que pueden ayudar a un modus operandi más humanista en la educación... ojalá se tuvieran en cuenta en los institutos.
Deberías intentar como enseñante que has sido un coloquio interactivo con alumnos de instituto para tener un barómetro actual de intereses educativos. Sería bueno y constructivo para las dos partes y en definitiva saldría ganando la educación.
A mí no me importaría participar en esos coloquios. Falta que alguien más esté interesado en ellos. Fundamentalmente los que están en activo en el mundo de la educación. Y de la cultura en general.
Gracias por tu lectura.
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