CORPUS SANUM IN MENTE SANA
Ya sé que lo que espera todo el mundo es la frase cambiada,
pero esta vez el esbozo de idea va precisamente del cambio de orden.
La situación me permite desde hace tiempo organizarme el día
sin horarios obligados. Yo me impongo algunos, aunque no de manera estricta.
Casi a diario me embozo en mi ropa de invierno y me salgo a pasar frío, a
templar un poco los músculos y a sentir la naturaleza en toda su crudeza. Se me
va en ello en torno de una hora. Cuando vuelvo, me ducho, desayuno y estoy
dispuesto para el resto del día. Siento que mis energías se conservan, y, sobre
todo, que mantengo ritmo de actividad en lectura, escritura y pensamiento,
actividades de casa...
Mi caso es el que más me importa, pero es uno más entre
tantos.
Hasta aquí se vendría a mostrar que la ecuación es la de siempre
y no la que yo he impuesto como título de estas líneas, o sea, la tradicional
de “mens sana in corpore sano”. Y, de entrada, poco tengo que decir en su
contra.
Lo que quiero hacer es añadir la sospecha de que la inversa
también se cumple y es al menos tan importante como la tradicional. Me parece
que una mente activa, que la curiosidad removida, que el interés sin descanso,
que la conciencia social en movimiento, que el efecto mariposa creído, que la
sorpresa continuada, que la satisfacción por seguir descubriendo pequeños
mediterráneos, que la capacidad de seguir extrañándose y hasta enfadándose por
lo que sucede, que el intento general e inacabado siempre de las grandes y de
las pequeñas preguntas, que… todo aquello que pude conformar una mente activa y
sana, contribuye y condiciona en buena medida la existencia de un cuerpo sano,
dispuesto a no envejecer porque sí, agradecido por la existencia de la vida,
generador de energía saludable, resistente al desánimo y al abandono,
consciente del paso inevitable del tiempo y del desgaste de los tejidos, sereno
ante lo pequeño de su existencia y a la vez alegre por la suerte de vivir esa
pequeñez, y siempre entretenido y embarcado en las pequeñas y grandes aventuras
de la vida.
Poco tiene esto que ver (o tal vez mucho, pero esto es asunto
para otras líneas) con que una enfermedad incurable o repentina aparezca y se
ensañe en cualquiera ser humano, se apodere de él y se lo lleve hacia la muerte
de manera irremediable. Lo importante es que el tiempo que vive una persona con
mente sana lo vive con mejor salud, con más complacencia, con más energía
vital, con más satisfacción y complacencia con su propio cuerpo, con una
armonía más conseguida entre sus pensamientos y su masa somática, esa suma de
células que componen su cuerpo.
El cuerpo es lo primero y tal vez lo único que poseemos. Pero
en el cuerpo está el cerebro; y en él, la sede de toda una serie de relaciones
entre células y neuronas que nos regulan las sensaciones, los impulsos, los
pensamientos, las emociones. Regular todos estos elementos adecuadamente es lo
que nos produce un estado de bienestar conveniente, proporcionado y saludable.
Lo demás es ya darle cauce somático, es decir, dejar que salga a la piel y a la
cara, a los músculos y al aspecto saludable externo.
Tampoco se trata de inventar nada nuevo: es aquello de que la
cara es espejo del alma. Sustitúyase alma por un término más humano y físico y
todo se entenderá fácilmente. Al fin y al cabo, en la actividad diaria, de lo
que más nos preocupamos es del desarrollo y del contraste de regular las
emociones.
¿Por qué en lugar de gastar tanto en modas y en gimnasios no
dedicamos más esfuerzo en todo aquello que nos acerca a la mente sana, que nos
da indicios al menos de lo que podría ser algo aproximado a la felicidad? Tal
vez mañana redacte unas líneas que esbocen algo de este asunto de regular las
emociones.
Pero, mientras tanto, seguiré saliendo al frío y al aire de
la naturaleza en estas mañanas del otoño de la ciudad estrecha. Y mañana,
sábado, con más ganas de gastar energías y de reponerlas con buenas viandas.
1 comentario:
Disfrutadlo caminantes!....os acompaño aunque no este allí.
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