Me parece que hoy se cumplen dos
años de la victoria política del PP en las elecciones generales. Andamos ya al
menos por la mitad de la legislatura y eso suele marcar una inflexión en las
políticas de los gobiernos, Normalmente, a partir de este momento, se dedican a
pensar más en las siguientes fechas electorales y a ellas adaptan las nuevas
legislaciones, de manera que suelen ser más complacientes y más populacheros en
las normas. Será bueno, por tanto, mirar todo en perspectiva y a largo plazo,
tanto para lo mejor como para lo peor.
Pero ello no debería impedir
hacer un balance de lo realizado hasta ahora, sobre todo porque suele
representar aquello en lo que una formación política más cree, aquello que
continuaría haciendo si la perspectiva de nuevas elecciones no los refrenara y
les impulsara, por mitades, a templar gaitas y a rondar la línea de la
demagogia.
Estoy convencido de que la
realidad social es algo mucho más complejo de lo que marcan los consejos de
ministros y el BOE, y que olvidarse de las realidades internacionales, de los
medios de comunicación, del avance histórico en general, de las fuerzas vivas
que siguen ahí impertérritas y desafiantes, y de un montón de variables más, es
engañarse y engañar. Pero algo sí que tendrá que ver el Gobierno con lo que
pasa.
Y mi impresión y resumen resultan
muy negativos. Si uno se escuda solo en las herencias recibidas, y además lo
hace interpretándolas torticeramente y sin objetividad, los análisis se vuelven
equivocados e interesados. Pero, aun admitiendo la realidad de herencias
negativas, habría que juzgar entonces los adelantos conseguidos en relación con
aquella situación de la que tanto uno se queja. Si tan mala era, la mejora por
comparación resultaría casi inevitable.
Pues no son esos los resultados
que se consiguen. En materia económica, salvo en alguna de esas que llaman las
grandes cifras, y solo en algunas, todo anda manga por hombro: deuda pública y
privada, morosidad, sueldos, poder adquisitivo, sectores de población en la
pobreza, privatizaciones…
Y después vienen los otros
empobrecimientos, que, para mí, son mucho más insoportables que el llamativo y
cegador de las cifras, y que dan fe de la miseria verdadera de una comunidad.
Algunos de estos empobrecimientos tienen que ver con la Reforma Laboral, que ha
dejado a la intemperie a los obreros y a merced de lo que individualmente
quiera hacer con ellos el patrón, la desregulación de vida que eso supone, el
desánimo personal al que conduce, la absoluta falta de perspectiva vital que
comporta, el individualismo y egoísmo en el que nos instala a todos, la
desconfianza que provoca entre todos, la falta de solidaridad y el sálvese
quien pueda en los que nos movemos cada día más, la resignación y la falta de
reacción que han conseguido estas normas, tal vez por la evidencia de que en
solitario apenas se puede conseguir nada… Si a ello le sumamos el
comportamiento personal de un buen número de dirigentes políticos, la falta de
honradez y de ejemplo en sus vidas y acciones, el tenebrismo del mundo
religioso, que vuelve con tanta fuerza…, el panorama es de susto y de miedo.
Todas estas me parecen miserias
infinitamente superiores y de más difícil solución que las del PIB y las de la
macroeconomía. Y de estas casi nadie habla, o no quiere hablar.
Desde mi puesto de observación
constato que los recursos, tanto humanos como materiales, son superiores a los que en cualquier momento
anterior pudieron existir y que lo que falla más que una escopeta de feria
sigue siendo la distribución de la riqueza. Y, en este asunto, andamos marcha
atrás, y magnis itineribus, que diría el clásico.
Es, pues, asunto de escala de
valores, de sistema de vida y de raíces e ideología. Por supuesto que es un
asunto ideológico. Como todo, por otra parte.
¿Tan poderosos son los medios
como para impedir que no se pueda plantear el sistema como modelo? ¿No se puede
al menos suplicar que se dulcifique un poco el que tenemos y que no se aplique
en su versión más egoísta y alejada de la igualdad?
Porque, a mí, que gane o pierda
el PP me importa, pero infinitamente menos que la paz social y la conciencia de
que la riqueza y las miserias nos las repartimos equitativamente, y de que el futuro no es que
gane uno u otro sino que ganemos todos.
Una vez más me gustaría gritar
que si estoy en contra de cualquier medida no es porque sea ideológica, hecho
que, por el contrario, aplaudo, sino por la ideología que la inspira. Es contra
esa ideología contra la que me rebelo. Contra las leyes me rebelaré como
consecuencia lógica.
Es, pues, la ideología de
derechas la que dicta estas leyes y la que provoca la escala de valores que
comportan. Como estoy disconforme con esa ideología, me opongo a las normas y a
las personas (en su actuación política) que las representan.
No tengo mucho que celebrar en
este segundo aniversario. La vida me ofrece otras muchas razones diferentes
para levantar la copa y apurarla entera. Va por todas esas otras razones.
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