Tengo mi mesa llena de papeles y
de libros. Los libros se ordenan en montones delante de la ventana. No pueden
subir más porque me impedirían abrirla y airear la habitación. En buena parte
se trata de los últimos títulos que han llegado hasta mí. Están encima de la
mesa sencillamente porque no tienen cabida en ninguna de las estanterías que
ocupan las paredes de esta habitación y de las demás de mi casa. Ellos guardan
la memoria de muchas de mis lecturas y de muchas de las horas que he tenido
como compañía a las historias que en ellos se cuentan y las ideas que siguen
guardando. Debo cambiar con calma la tendencia, pues he de ir reciclando las
paredes y sustituir las hojas de papel por el almacén digital que ocupa tan
escaso espacio; pero me cuesta acostumbrarme, aunque llevo en ello ya varios
años.
Al lado de los libros, se
amontonan también los papeles, esos papeles en los que voy anotando ocurrencias
o ideas que tomo de las lecturas, o de lo que mi pobre mente me va dictando y
concediendo. Son los esbozos que después desarrollo en mis poemas o en mis textos
en prosa. Les debo tanto a los libros y a estas sencillas notas que de ellos y
de mi pensamiento voy tomando…
Poe ejemplo, tomo la hoja que
ocupa las últimas anotaciones y leo:
a) Pintada
en la pared de un cementerio: “Los muertos, afuera: la tierra, para quien la
trabaja”.
b) Las
memorias que dejan las ciudades son las pequeñas cosas, no los grandes
monumentos.
c) Descripción
lenta de un beso.
d) El
miedo a ser feliz, qué triste llanto.
Es una hoja casi en blanco pero
ya con apuntes que me sugieren consideraciones muy diversas para ser
desarrolladas, o para que mueran en el mar de los apuntes.
De la primera podría destacar,
por ejemplo, la ironía como forma de vida; o la inutilidad de la muerte; o su
poder de igualar a todos los seres; o la necesidad de ceder un lugar reservado
para los muertos; o…
Del segundo apunte se me ocurre
la realidad de las pequeñas cosas como conformadoras de la vida real; la
percepción de la realidad siempre de manera parcial y no completa; la realidad
según la mirada especial de cada uno; la analogía entre persona y cosa; la
relatividad del valor de las personas y de las cosas; el contraste entre el
símbolo irreal y lo pequeño real; el…
Del tercer apartado me imagino la
descripción minuciosa; la suma de imágenes; el erotismo y el amor; la simetría
física y amorosa; la concentración imaginativa y real; las metáforas posibles;
los recuerdos aflorados en un beso; la disolución de los elementos reales en
algo sensual definitivo y estático; el desgaste y la entrega; el robo del amor
furtivo, la…
Del último apunte se me ocurren,
a simple vista, los contrastes de sentimientos y de ideas; el estado de zozobra
ante el descubrimiento; la posibilidad de no saber estar a la altura; la
ilusión por descubrir qué significa ser feliz y el miedo a no saber
determinarlo; el contraste entre la realidad y el deseo; el oxímoron de tantas
situaciones parecidas en la vida; las diferentes interpretaciones de una misma
realidad, los…
Buscarle variables a cada uno de
los apuntes, engarzarlos y organizarlos lógicamente o en forma de caos
aparente, darles cuerpo formal, eliminar posibilidades, determinar espacios y
contextos, aventurarse a ser un pequeño dios para sacar de la nada una realidad
inexistente a partir de estos esbozos…, todo esto queda para un trabajo lento y
espaciado, que va tomando vida o que se queda oculto para siempre en una lista
larga, que duerme en los papeles de mi mesa.
Tal vez por eso me guste tanto
sentarme en mi sillón, al amparo de esta mesa tan sólida y amiga, y ponerme a soñar
con cualquier cosa. Para bien o para mal, muchas veces me quedo dormido, o
soñando, o me voy y me vengo según mi ánimo quiera. Pero siempre seguiré
registrando mis apuntes y jugando con ellos al despiste, o a la satisfacción de
lo creado.
1 comentario:
Pues sigue apuntando y escribiendo "obrero de la palabra", nosotros, te seguiremos leyendo.
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