viernes, 1 de noviembre de 2013

"TRUCO O TRATO"


Creo que no es la primera vez que me refiero a esta fiesta de otoño, fiesta de Halloween, que se ha extendido como las setas en el territorio de la piel de toro. Me sigue sorprendiendo su éxito repentino. O, acaso más que sorprendiendo, me sigue disgustando que se produzca este fenómeno. Me miro y me remiro por si habitara en mí alguna insana envidia o por si la causa de este sinsabor tuviera que ver con alguna frustración personal que me dejara en mal lugar y a los pies de cualquier oscura deficiencia. Y, por más que miro, no encuentro en qué me puede afectar personalmente que este hecho se produzca, salvo si aplico la teoría de la mariposa o el adagio latino aquel de nihil mihi alienum puto. Creo que es el fenómeno en sí lo que me llama la atención y sospecho que no es nada personal.
Porque en el hecho en sí lo que genéricamente veo es una muestra de las más elocuentes de papanatismo y de imitación acrítica de todo lo que nos llega del imperio de los Astados Unidos, del padre de los inventos y del amo de las costumbres. Si esto lo adobo con los medios de comunicación, con el género que mayoritariamente se encarga de extenderlo entre los niños colegiales y, sobre todo, con el ambiente general de la imagen y de la apariencia en el que nos movemos, tal vez la explicación se me haga más sencilla.
Pero es que, aunque me lo explique, no me siento complacido, porque casi ninguna de esas variables que enumero me parece que actúa de la mejor manera, o, al menos, de la menos mala.
Hay costumbres que necesitan muy poco tiempo para sentirse arraigadas en la piel de una comunidad; otras son promocionadas dejándose llevar por el viento que más sopla y al servicio de los intereses de los grupos que mejor pueden controlarlas. Cuando todo se pone a favor, es difícil imponer racionalidad y sosiego en su análisis. En Béjar tenemos ejemplos bien representativos. El asunto de los hombres de musgo, que no tiene en la lógica ni pies ni cabeza, tiene invención personal conocida, y ni siquiera alcanza la antigüedad de un siglo. Todo se puso a su favor para que casi todo el mundo lo dé por bueno, lo practique y lo promocione, como si de la creación del mundo se tratara.
Creo que el fenómeno este del “truco o trato” revive el mismo esquema. Pero con agravantes añadidos que son los que a mí me rayan en la sensibilidad: este asunto viene impuesto desde la larga distancia, no tiene ni dos días, nada tiene que ver con la cultura de la zona, y muestra un papanatismo muy difícil de entender. ¿Cómo no comprender el rechazo exagerado que se produce entonces, por parte de muchos, de todo aquello que provenga del imperio? Es el sencillo acto de acción reacción, tan poco racional pero tan frecuente. En él caigo yo demasiadas veces, aunque desde ese fondo que ahora acabo de esbozar.

Que viva el disfraz lo que tenga que vivir, que la gente se divierta lo que tenga que divertirse, que corra la imaginación y se desborde. Pero que lo haga desde la dignidad y desde la consciencia. Amén.

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